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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 113juego. Si Inglaterra había arrebatado Egipto a <strong>los</strong> franceses, la culpa era de <strong>los</strong> judíos 90 , mientrasque el movimiento en favor de una alianza angloamericana era debido, desde luego, al«imperialismo de <strong>los</strong> Rothschild» 91 . Una vez que se alzó el telón ante este determinado escenario,se hizo muy evidente que el juego católico no se hallaba confinado a Francia. A finales de 1899,cuando Dreyfus había sido perdonado y cuando la opinión pública francesa había dado un giro portemor al proyectado boicot a la Exposición, sólo se necesitó una entrevista con el Papa León XIIIpara detener la oleada de antisemitismo en todo el mundo 92 . Incluso en <strong>los</strong> Estados Unidos, donde lacausa de Dreyfus era particularmente bien acogida entre <strong>los</strong> no católicos, fue posible advertir en laprensa católica, a partir de 1897, un marcado resurgir <strong>del</strong> sentimiento antisemita que, sin embargo,se apaciguó súbitamente tras la entrevista con León XIII 93 . La «gran estrategia» consistente en lautilización <strong>del</strong> antisemitismo como instrumento <strong>del</strong> catolicismo había quedado frustrada.5. LOS JUDÍOS Y LOS «DREYFUSARDS»El caso <strong>del</strong> infortunado capitán Dreyfus había mostrado al mundo que en cada noble ymultimillonario judío todavía quedaba algo <strong>del</strong> antiguo paria, que no tiene país, para quien noexisten derechos humanos y al que la sociedad excluiría de buena gana de sus privilegios. Nadie,empero, comprendió el hecho con mayor dificultad como <strong>los</strong> mismos judíos emancipados. «No lesbasta —escribió Bernard Lazare— rechazar cualquier solidaridad con sus hermanos nacidos enotros países; tienen también que acusarles de todos <strong>los</strong> males que su propia cobardía engendra. Nose contentan con ser más patrioteros que <strong>los</strong> franceses nativos; como <strong>los</strong> judíos emancipados decualquier parte, han roto también con todos <strong>los</strong> lazos de solidaridad. Desde luego, han llegado hastael punto de que por unas tres docenas de hombres en Francia resueltos a defender a uno de sussacrificados hermanos pueden hallarse miles dispuestos a montar la guardia en la isla <strong>del</strong> Diablojunto a <strong>los</strong> más rabiosos patriotas <strong>del</strong> país 94 . Precisamente porque habían desempeñado tan escasopapel en el desarrollo po lítico de <strong>los</strong> países en que vivían, durante el curso <strong>del</strong> siglo, llegaron ahacer un fetiche de la igualdad legal. Para el<strong>los</strong> era base indiscutible de la seguridad eterna. Cuandoestalló el affaire Dreyfus, advirtiéndoles que su seguridad estaba amenazada, se hallaban sumidosen un proceso de asimilación integradora a través <strong>del</strong> cual se intensificó más que nada su falta devisión política. Se estaban asimilando rápidamente a aquel<strong>los</strong> elementos de la sociedad en <strong>los</strong> quetodas las pasiones políticas quedan sofocadas bajo el peso muerto <strong>del</strong> snobismo social, <strong>los</strong> grandesnegocios y las hasta entonces desconocidas oportunidades de beneficio. Esperaban desembarazarsede la antipatía que esta tendencia provocaba, desviándola contra sus pobres y todavía no asimiladoshermanos inmigrantes. Utilizando las mismas tácticas que contra el<strong>los</strong> había empleado la sociedadgentil, se esforzaban por disociarse de <strong>los</strong> llamados Ostjuden. Despachaban a la ligera elantisemitismo político, tal como se había manifestado en <strong>los</strong> pogroms de Rusia y de Rumania,considerándolo como una supervivencia de la Edad Media y apenas una realidad de la políticamoderna. Jamás pudieron comprender que en el affaire Dreyfus se jugaba algo más que el simplestatus social, aunque sólo fuese porque había producido algo más que un simple antisemitismosocial.Estas son las razones por las que se hallaron en las filas de la judería francesa tan pocosdefensores fervientes de Dreyfus. Los judíos, incluso la propia familia <strong>del</strong> acusado, se abstuvieronde iniciar una lucha política. Precisamente por este motivo, a Labori, abogado por parte de Zola, sele negó la defensa ante el Tribunal de Rennes, mientras que el segundo abogado de Dreyfus,90 Civiltà Cattolica, 5 de febrero de 1898.91 Véase el artículo particularmente característico <strong>del</strong> Rev. GEORGES MCDERMOT, S. P., «Mr. Chambelain's ForeignPolicy and the Dreyfus Case», en la publicación mensual norteamericana Catholic World, vol. LXVII (septiembre de1898).92 Véase LECANUET, op. cit., p. 188.93 Véase ROSE A. HALPERIN, op. cit., pp. 59, 77 y ss.94 BERNARD LAZARE, Job's Dungheap, Nueva York, 1948, p. 97

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