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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 56preocupados con las cuestiones interiores, encajaban mucho mejor en la Nación-Estado que <strong>los</strong>antisemitas.Desde luego, esto no significa que no fueran sinceras las convicciones internacionalistas de <strong>los</strong>socialistas. Eran, por el contrario, más fuertes e, incidentalmente, más antiguas que eldescubrimiento de <strong>los</strong> intereses de clase que desbordaban las fronteras de <strong>los</strong> Estados nacionales.Pero la auténtica conciencia de toda importancia de la lucha de clases les indujo a descuidar esaherencia que la Revolución Francesa había legado a <strong>los</strong> partidos de trabajadores y que por sí sola leshubiera conducido a una clara teoría política. Los socialistas mantuvieron implícitamente intacto elconcepto original de una «nación entre las naciones», pertenecientes en su totalidad a la familia <strong>del</strong>a Humanidad, pero nunca hallaron un medio para transformar esta idea en un concepto operante enel mundo de <strong>los</strong> Estados soberanos. Su internacionalismo, en consecuencia, siguió siendo unaconvicción personal compartida por todos, y su sano desinterés por la soberanía nacional setransformó en una indiferencia completamente enfermiza e irrealista hacia la política exterior.Como <strong>los</strong> partidos de la izquierda no se oponían en principio a la Nación-Estado, sino sólo alaspecto de la soberanía nacional; como, además, sus propias y oscuras esperanzas en unasestructuras federales con una eventual integración de todas las naciones en pie de igualdadpresuponían la libertad nacional y la independencia de todos <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> oprimidos, pudieron operardentro <strong>del</strong> marco de la Nación-Estado e incluso emerger, en la época de la decadencia de suestructura social y política, como el único grupo de la población que no incurría en fantasíasexpansionistas y en pensamientos relativos a la destrucción de otros pueb<strong>los</strong>.El supranacionalismo de <strong>los</strong> antisemitas abordó la cuestión de su organización internacionalexactamente desde un punto de vista opuesto. Su objetivo era una superestructura dominante quedestruiría igualmente todas las estructuras nacionales desarrolladas en el interior. Podían incurrir enafirmaciones hipernacionalistas, aunque estaban preparados para destruir el cuerpo político de supropia nación, porque el nacionalismo tribal, con su inmoderado afán de conquista, era uno de <strong>los</strong>principales poderes mediante <strong>los</strong> que abrir a la fuerza <strong>los</strong> estrechos y modestos límites de la Nación-Estado y de su soberanía 44. Cuanto más efectiva era la propaganda chauvinista, más fácil erapersuadir a la opinión pública de la necesidad de una estructura supranacional que dominaría desdearriba y sin distinciones nacionales mediante un monopolio universal <strong>del</strong> poder y de <strong>los</strong>instrumentos de violencia.Existen pocas dudas de que la especial condición intereuropea <strong>del</strong> pueblo judío podría haberservido a <strong>los</strong> fines <strong>del</strong> federalismo socialista al menos tan bien como había de servir a <strong>los</strong> siniestrosplanes de <strong>los</strong> supra-nacionalistas. Pero <strong>los</strong> socialistas estaban tan consagrados a la lucha de clases ytan desinteresados de las consecuencias políticas de <strong>los</strong> propios conceptos que habían heredado, quese tornaron conscientes de la existencia de <strong>los</strong> judíos como factor político sólo cuando se vieron yaenfrentados con un desarrollado antisemitismo como serio competidor en el terreno doméstico.Entonces no sólo no estaban preparados para integrar la cuestión judía en sus teorías, sino que semostraron temerosos de llegar siquiera a rozar la cuestión. Aquí, como en otras cuestionesinternacionales, abandonaron el campo ante <strong>los</strong> supranacionalistas, que podían parecer entonces ser<strong>los</strong> únicos que conocían las soluciones a <strong>los</strong> problemas mundiales.Al finalizar el siglo, <strong>los</strong> efectos de <strong>los</strong> escánda<strong>los</strong> económicos de la década de <strong>los</strong> años 70 habíanquedado atrás, y una era de prosperidad y de bienestar general, especialmente en Alemania, puso fina las prematuras agitaciones de <strong>los</strong> años 80. Nadie podía predecir que este final era sólo un respirotemporal, que todas las cuestiones políticas no resueltas, junto con todos <strong>los</strong> no apaciguados odiospolíticos, habían de redoblar en fuerza y violencia tras la primera guerra mundial. Los partidosantisemitas en Alemania, tras sus éxitos iniciales, retornaron a la insignificancia; sus dirigentes,después de una breve agitación de la opinión pública, desaparecieron por la puerta trasera de laHistoria en la oscuridad de la confusión <strong>del</strong> fanático y <strong>del</strong> charlatanismo <strong>del</strong> curalotodo.44 Véase cap. VIII.

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