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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 303entre la militancia total y la separación total de la normalidad; a las unidades de asalto jamás se lesasignaban misiones en sus comunidades natales, y <strong>los</strong> mandos activos de las SA en la fase anterior ala conquista <strong>del</strong> poder y de las SS bajo el régimen nazi eran tan móviles y tan frecuentementecambiados que no podían posiblemente acostumbrarse y echar raíces en parte alguna <strong>del</strong> mundoordinario 80 . Estaban organizadas según el mo<strong>del</strong>o de las bandas de <strong>del</strong>incuentes y eran empleadaspara el crimen organizado 81 . Sus crímenes eran públicamente exhibidos y oficialmente reconocidospor la jerarquía superior nazi, de forma tal que la abierta complicidad hacía poco menos queimposible a <strong>los</strong> miembros abandonar el movimiento incluso bajo un Gobierno no totalitario yaunque no se hubieran hallado amenazados, como realmente lo habrían estado por sus antiguoscamaradas. A este respecto, la función de las formaciones de élite resulta opuesta a la de lasorganizaciones frontales: mientras que éstas prestan al movimiento un aire de respetabilidad einspiran confianza, aquéllas, extendiendo la complicidad, hacen a cada miembro <strong>del</strong> partidoconsciente de que ha abandonado ya el mundo normal que declara fuera de la ley al asesinato y deque se ha hecho responsable de todos <strong>los</strong> crímenes cometidos por la élite 82 . Y esto sucede incluso enla fase anterior a la conquista <strong>del</strong> poder, cuando, sistemáticamente, la jefatura afirma suresponsabilidad por todos <strong>los</strong> crímenes y no deja duda de que han sido cometidos para el bienúltimo <strong>del</strong> movimiento.La creación artificial de las condiciones de guerra civil mediante las que <strong>los</strong> nazis se abrieroncamino con el chantaje hacia el poder, posee algo más que la obvia ventaja de provocar disturbios.Para el movimiento, la violencia organizada es la más eficiente de las muchas barreras protectorasque rodean a su mundo ficticio, cuya «realidad» queda probada cuando un miembro temeabandonar el movimiento más de lo que teme su complicidad en acciones ilegales y se siente másseguro como miembro que como adversario. Este sentimiento de seguridad, resultante de laviolencia organizada con la que las formaciones de élite protegen <strong>del</strong> mundo exterior a <strong>los</strong>miembros <strong>del</strong> partido, es tan importante para la integridad <strong>del</strong> mundo ficticio de la organizacióncomo el pánico que provoca su terror.En el centro <strong>del</strong> movimiento, como el motor que se pone en marcha, se halla el Jefe. Estáseparado de las formaciones de élite por un círculo interno de iniciados que difunden en torno de élun aura de impenetrable misterio correspondiente a su «intangible preponderancia» 83 . Su posicióndentro de este círculo íntimo depende de su capacidad para tejer intrigas entre sus miembros y de suhabilidad para cambiar constantemente a quienes forman parte de ese círculo. Debe su elevación a80 Las «unidades de la Calavera» de las SS estaban sometidas a las siguientes reglas: 1. Ninguna brigada puede serutilizada en su distrito nativo. 2. Cada unidad ha de ser trasladada después de tres semanas de servicio. 3. Los miembrosnunca serán enviados so<strong>los</strong> a la calle ni estarán autorizados a exhibir en público la insignia de la calavera. Véase SecretSpeech by Himmler to the German Army General Staff 1938 (el discurso fue pronunciado, sin embargo, en 1937; véaseNazi Conspiracy, IV, 616, donde sólo se publican extractos). Publicado por el «American Committee for Anti-NaziLiterature».81 HEINRICH HIMMLER, Die Schutzstaffel als antibolschewitische Kampforganisation: «Aus dem SchwarzenKorps», núm. 3, 1936, dijo públicamente: «Sé que hay personas en Alemania que se ponen enfermas cuando ven estecapote negro. Lo comprendemos y no esperamos ser amados por demasiadas personas.»82 En sus discursos a las SS, Himmler siempre recalcó <strong>los</strong> crímenes cometidos, subrayando su gravedad. Acerca de laliquidación de <strong>los</strong> judíos, por ejemplo, diría: «Quiero también hablaros francamente de una cuestión muy grave. Entrenosotros mismos tiene que mencionarse muy francamente, pero no hablaremos de ello en público.» Sobre la liquidaciónde la intelligentsia polaca: «... debéis oír esto, pero olvidarlo inmediatamente...» (Nazi Conspiracy, IV, 558 y 553,respectivamente).GOEBBELS, op. cit., p. 266, señala en una vena similar: «Sobre la cuestión judía, especialmente, hemos tomado unaposición de la que no hay escape... La experiencia enseña que un movimiento y un pueblo que han quemado sus puenteslucharán con mayor determinación que <strong>los</strong> que todavía son capaces de retirarse.»83 SOUVARINE, op. cit., p. 648. La forma en que <strong>los</strong> movimientos totalitarios mantienen en absoluto secreto las vidasprivadas de sus dirigentes (Hitler y Stalin) contrasta con el valor publicitario que hallan todas las democraciasexhibiendo en público las vidas privadas de presidentes, reyes, primeros ministros, etc. Los métodos totalitarios nopermiten una identificación basada en la convicción: hasta el más alto de nosotros sólo es humano.SOUVARINE, op. cit., p. XIII, cita las etiquetas más frecuentemente utilizadas para describir a Stalin: «Stalin, elmisterioso huésped <strong>del</strong> Kremlin»; «Stalin, impenetrable personalidad»; «Stalin, la Esfinge comunista»; «Stalin, elEnigma», «el misterio insoluble», etc.

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