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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 14terrestres, ha aumentado constantemente y está cobrando ahora proporciones verdaderamentealarmantes. «Las tasas de crecimiento demográfico en <strong>los</strong> países menos desarrollados son ahoradobles de las de <strong>los</strong> países más avanzados» 5 , y cuando este factor bastaría para que fuera imperativoasistirles con excedentes alimenticios y con excedentes de conocimiento tecnológico y político, esese mismo factor el que invalida toda ayuda. Obviamente, cuanto mayor sea la población, menorayuda per capita recibirá, y la verdad de la cuestión es que después de dos décadas de programas deayuda masiva, todos <strong>los</strong> países que para empezar no han sido capaces de ayudarse a sí mismos —como ha sido el Japón— son ahora más pobres y están más alejados que nunca de cualquierestabilidad económica o política. Por lo que se refiere a las posibilidades <strong>del</strong> imperialismo, estasituación las consolida temiblemente por la sencilla razón de que nunca han importado menos laspuras cifras; la dominación blanca en Sudáfrica, donde la minoría tiránica es superada hoy en unaproporción de diez a uno, no ha estado probablemente nunca más segura que hoy. Es esta situaciónobjetiva la que convierte a toda la ayuda exterior en instrumento de dominación extranjera y colocaa todos <strong>los</strong> países que precisan de esta ayuda por sus decrecientes probabilidades de supervivenciafísica ante la alternativa de aceptar alguna forma de «gobierno de razas sometidas» o hundirse rápidamenteen una anárquica ruina.Este libro se refiere solamente al imperialismo colonial estrictamente europeo, cuyo finalsobrevino con la liquidación de la dominación británica en la India. Narra la historia de ladesintegración de la Nación-Estado que demostró contener casi todos <strong>los</strong> elementos necesarios parala subsiguiente aparición de <strong>los</strong> movimientos y Gobiernos totalitarios. Antes de la era imperialistano existía nada que fuera una política mundial, y sin ella carecía de sentido la reivindicacióntotalitaria de dominación global. Durante este período el sistema de la Nación-Estado se mostróincapaz tanto de concebir nuevas normas para manejar <strong>los</strong> asuntos exteriores que se habíanconvertido en asuntos globales como de hacer observar una Pax Romana en el resto <strong>del</strong> mundo. Supobreza y su miopía políticas concluyeron en el desastre <strong>del</strong> <strong>totalitarismo</strong>, cuyos horrores sinprecedentes han oscurecido <strong>los</strong> ominosos acontecimientos y la mentalidad aún más ominosa <strong>del</strong>período anterior. La investigación erudita se ha concentrado casi exclusivamente en la Alemania deHitler y en la Rusia de Stalin a expensas de sus menos dañinos predecesores. El dominioimperialista, excepto cuando se trata de utilizar esa denominación, parece casi olvidado, y la razónprincipal de que ese hecho resulte deplorable es que en <strong>los</strong> años recientes su importancia en <strong>los</strong>acontecimientos contemporáneos se ha tornado más que evidente. De esta manera la controversiasobre la guerra no declarada por <strong>los</strong> Estados Unidos en Vietnam se ha formulado desde ambosbandos en términos de analogías con Munich o con otros ejemp<strong>los</strong> extraídos de <strong>los</strong> años 30, cuandola dominación totalitaria era el único peligro claro presente y omnipresente; pero las amenazas de lapolítica de hoy en hechos y palabras tienen un más portentoso parecido con <strong>los</strong> hechos y lasjustificaciones verbales que precedieron al estallido de la primera guerra mundial, cuando unachispa en una región periférica de interés secundario para todos <strong>los</strong> interesados podía iniciar unaconflagración mundial.Subrayar la desgraciada importancia que este medio olvidado período tiene para <strong>los</strong>acontecimientos contemporáneos no significa, desde luego, ni que la suerte esté echada y estemosentrando en un nuevo período de políticas imperialistas, ni que en todas las circunstancias debaacabar el imperialismo en <strong>los</strong> desastres <strong>del</strong> <strong>totalitarismo</strong>. Por mucho que seamos capaces de saber<strong>del</strong> pasado, ello no nos permitirá conocer el futuro.Julio de 1967.HANNAH ARENDT5 Véase el muy instructivo artículo de ORVILLE L. FREEMAN, «Malthus, Marx and the North AmericanBreadbasket», en Foreign Affairs, julio de 1967.

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