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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Crawford––, es imposible hacer de este papel algo que resulte adecuado<br />
para su hermana, y no debemos coaccionarla abusando de su buen<br />
carácter. No debemos permitir que lo acepte. No seria justo que se<br />
sacrificase, a impulsos de su espíritu complaciente. Su temperamento<br />
será indispensable para el papel de Amelia. Amelia es un personaje más<br />
dificil de representar incluso que Agatha. Yo considero que Amelia es el<br />
personaje más dificil de la obra. Requiere mucho temple, mucha<br />
delicadeza, para infundirle vigor e ingenuidad sin caer en la<br />
extravagancia. He visto a buenas actrices que han fallado en esta<br />
interpretación. La ingenuidad, desde luego, está fuera del alcance de casi<br />
todas las actrices profesionales. Para ello se precisa una delicadeza<br />
espiritual que no poseen... Se precisa una damisela gentil... una Julia<br />
Bertram. Y usted querrá encargarse del papel, ¿no es cierto? ––añadió,<br />
volviéndose a ella con una ansiosa mirada suplicante que consiguió<br />
apaciguarla un poco.<br />
Mientras ella dudaba antes de dar una contestación, de nuevo terció su<br />
hermano a favor de miss Crawford.<br />
––No, no; Julia no estaría bien en Amelia. No es el personaje que le<br />
cuadre. A ella misma no puede gustarle. No lo haría bien. Es demasiado<br />
alta y robusta. Para Amelia se requiere una figurilla delgada, airosa,<br />
movediza, juvenil. Es el papel que encaja a miss Crawford, y nada más<br />
que a miss Crawford. Su fisico es ideal para el caso, y estoy convencido<br />
de que lo hará admirablemente bien.<br />
Prescindiendo de esos razonamientos, Henry Crawford seguía<br />
insistiendo:<br />
––Tiene que complacemos ––decía––, no puede negarse. Cuando haya<br />
estudiado el papel, no dudo que lo considerará muy adecuado para<br />
usted. Usted elige la tragedia, pero ciertamente resultará que la comedia<br />
la elige a usted. Tendrá que visitarme en el calabozo, con una cesta de<br />
provisiones... ¿Se negará usted a hacer una visita a este pobre<br />
prisionero? Ya me estoy imaginando que la veo llegar con su cesta.<br />
El influjo de su voz se hizo sentir. Julia vacilaba; pero... ¿y si lo único<br />
que él se proponía era halagarla y apaciguarla y que pasara por alto su<br />
reciente afrenta? No se fió. El feo había sido terminante. Acaso ahora no<br />
hacía más que completar su pérfida jugarreta. Julia miró con<br />
desconfianza a su hermana: el rostro de María tenía que decidir. Si su<br />
expresión reflejara mortificación y alarma... Pero no; en el semblante de<br />
María todo era serenidad y satisfacción, y Julia sabía muy bien que, en el<br />
fondo, su hermana no podía sentirse feliz sino a costa de ella. Por eso,<br />
súbitamente indignada y con un temblor en la voz, dijo a Henry:<br />
––Parece que ya no teme eso de no saber mantenerse serio, en el caso<br />
de verme llegar con una cesta de provisiones... aunque una pudiera<br />
suponer... ¡Pero era sólo en el papel de Agatha donde podía resultarle tan<br />
irresistible mi presencia!<br />
Julia se interrumpió. Henry Crawford quedó un tanto escurrido y como<br />
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