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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

53<br />

se quedase en casa con este día tan espléndido? ¿Acaso no salimos<br />

todos? Hasta tu madre salió hoy y estuvo fuera más de una hora.<br />

––Sí, es cierto, Edmund ––agregó lady Bertram, a quien había desvelado<br />

por completo la enérgica reprimenda de tía Norris a Fanny––; estuve<br />

fuera más de una hora. Durante tres cuartos de hora permanecí sentada<br />

en el jardín, mientras Fanny cortaba las rosas. Me resultó muy<br />

agradable, te lo aseguro, pero hacía demasiado calor. Allí estaba bastante<br />

sombra, por supuesto, pero la verdad es que temía el regreso hasta casa.<br />

––¿Y dices que Fanny estuvo cogiendo rosas?<br />

––Sí; y me temo que serán las últimas del año. ¡Pobrecita! Ella no pasó<br />

poco calor. Pero las rosas estaban tan abiertas que no era posible<br />

esperar más.<br />

––No podía evitarse, ciertamente ––dijo tía Norris, en un tono de voz<br />

bastante más suave––; pero me pregunto si su jaqueca no provendrá de<br />

entonces. No hay nada que dé tanta jaqueca como ajetrearse bajo un sol<br />

ardiente; pero yo creo que mañana estará bien. ¿Qué te parece si le<br />

dejases tu vinagrillo? Yo nunca me acuerdo de llenar mi frasco.<br />

––Ya lo tiene ––dijo lady Bertram––. Lo tiene desde la segunda vez que<br />

regresó de tu casa.<br />

––¡Cómo! ––exclamó Edmund––. ¿Además de coger rosas ha hecho estas<br />

caminatas, atravesando el parque bajo este sol abrasador, y nada menos<br />

que por dos veces? No es raro que le duela la cabeza.<br />

La señora Norris se puso a hablar con Julia y no oyó nada.<br />

––Ya me temí que sería demasiado para ella ––dijo lady Bertram––.<br />

Pero, cuando tuvimos las rosas en la mano, tu tía manifestó deseos de<br />

quedarse con ellas; y, como comprenderás, fue preciso llevárselas a su<br />

casa.<br />

––Pero, ¿tantas rosas había como para obligarla a hacer dos viajes?<br />

––No, pero había que ponerlas a secar en el cuarto para forasteros y,<br />

por desgracia, Fanny se olvidó de cerrarlo y traer la llave; por eso tuvo<br />

que volver.<br />

Edmund se puso en pie y empezó a pasear por la habitación diciendo:<br />

––¿Y no se pudo emplear a nadie más que a Fanny para esta diligencia?<br />

A fe mía que ha sido un asunto muy mal llevado.<br />

––Pues te aseguro que no veo cómo hubiera podido hacerse mejor ––<br />

gritó la señora Noms, incapaz de hacerse la sorda por más tiempo––, a no<br />

ser que hubiese ido yo misma, claro. Pero yo no puedo estar en dos sitios<br />

a la vez; y en aquel preciso instante estaba hablando con Mr. Green<br />

acerca de la lechera de tu madre, por deseo de ésta, y había prometido a<br />

John Groom escribir a la señora Jefferies dándole noticias de su hijo, y el<br />

pobre muchacho llevaba ya media hora esperándome. Me parece que<br />

nadie puede acusarme justamente de que me desentienda de las cosas<br />

en ninguna ocasión, pero la verdad es que no puedo hacerlo todo a un<br />

tiempo. Y, en cuanto a que Fanny haya ido andando por mí hasta mi<br />

casa (no hay mucho más de un cuarto de milla), no creo que fuera<br />

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