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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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como una grata expectación ante la posible llegada de algún coche.<br />
Parecía haberse difundido una predisposición general a la alegría y el<br />
desenfado, todos estaban de pie hablando y riendo, y cada momento<br />
tenía su encanto y aportaba una ilusión. Fanny comprendía que bajo la<br />
jovialidad de Edmund tenía que haber lucha, pero era delicioso ver cómo<br />
triunfó su esfuerzo.<br />
Cuando en realidad se oyó la llegada de los coches, cuando los<br />
invitados empezaron a presentarse en realidad, la alegría de su corazón<br />
quedó muy amortiguada; la presencia de tantos extraños hizo que se<br />
replegara en sí misma; y, además de la gravedad y formalidad del primer<br />
gran círculo, que los modales de sir Thomas y de lady Bertram no podían<br />
contribuir a rebajar, se veía obligada de vez en cuando a soportar algo<br />
peor. Su tío la presentaba aquí y allá, poniéndola en el caso de tener que<br />
hablar, y hacer cortesías, y hablar de nuevo. Era un pesado deber y<br />
nunca se sometía a él sin mirar a William, que se paseaba<br />
tranquilamente en último término, ansiando poder estar a su lado.<br />
La entrada de los Grant y los Crawford fue una coyuntura favorable.<br />
Pronto cedió el envaramiento de la reunión ante su trato más<br />
democrático y sus mayores demostraciones de confianza. Formáronse<br />
pequeños grupos y todos se sintieron más a gusto. Fanny acusó la<br />
ventaja; y, al eludir las fatigas de la cortesía, hubiera sentido<br />
nuevamente la más completa dicha de haber podido evitar que sus ojos<br />
se posaran alternativamente, ya en Edmund, ya en Mary. Ésta estaba<br />
realmente encantadora... ¿y cuál no seria el resultado? Sus meditaciones<br />
quedaron interrumpidas al descubrir ante sí a Mr. Crawford, y sus<br />
pensamientos se encauzaron en otro sentido al pedirle éste, casi al<br />
instante, que le reservara los dos primeros bailes. La felicidad que sintió<br />
en aquel momento fue muy humana y diversa. Tener asegurada la pareja<br />
para el principio era una ventaja de suma importancia, pues el momento<br />
de iniciarse el baile se avecinaba a pasos agigantados; y ella estaba tan<br />
lejos de reconocer sus propias prendas como para imaginarse que, de no<br />
haberla solicitado Henry, hubiese sido la última que habrían ido a<br />
buscar y sólo hubiera conseguido pareja a través de una serie de<br />
pesquisas, alborotos y meditaciones, lo cual hubiera sido terrible; pero,<br />
al mismo tiempo, en el modo de hacer Henry la petición había cierta<br />
agudeza que a ella no le gustó; y, además, notó que echaba una ojeada a<br />
su gargantilla... con una sonrisa (ella creyó ver una sonrisa) que la hizo<br />
enrojecer y sentirse desventurada. Y aunque no hubo una segunda<br />
ojeada que la inquietase, aunque la intención de Henry parecía entonces<br />
no ser otra que la de hacerse sencillamente agradable, ella no conseguía<br />
salir de su azoramiento, que aumentaba al pensar que él se daba cuenta,<br />
ni pudo sosegarse hasta que él se alejó para hablar con algún invitado.<br />
Entonces consiguió elevarse paulatinamente al grado de auténtica<br />
satisfacción que le producía el tener pareja, una pareja voluntaria,<br />
asegurada antes de que el baile diera comienzo.<br />
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