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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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mismo a la capital y, poniendo a contribución su influencia cerca de su<br />

hija, acabase con una intimidad que estaba ya dando lugar a<br />

comentarios desagradables y, evidentemente, intranquilizaba a Mr.<br />

Rushworth.<br />

Sir Thomas se disponía a obrar según la carta, sin comunicar su<br />

contenido a nadie en <strong>Mansfield</strong>, cuando recibió otra, urgente, del mismo<br />

amigo, que le revelaba la situación en extremo desesperada a que se<br />

había llegado en la cuestión de los jóvenes. La joven señora Rushworth<br />

había abandonado la casa de su esposo; Mr. Rushworth había acudido<br />

lleno de cólera y aflicción a él (Mr. Harding) en busca de consejo; Mr.<br />

Harding temía que se hubiera cometido, al menos, alguna flagrante<br />

indiscreción. La doncella de la vieja señora Rushworth amenazaba de un<br />

modo alarmante. Él hacía cuanto estaba a su alcance para aquietarlo<br />

todo, con la esperanza de que volviese la esposa, pero veía sus esfuerzos<br />

hasta tal punto contrarrestados en Wimpole Street por la influencia de la<br />

madre de mister Rushworth, que eran de temer las peores<br />

consecuencias.<br />

Esta aterradora información no pudo ocultarse a la familia. Sir Thomas<br />

partió y Edmund quiso acompañarle. Los demás quedaron en un estado<br />

de calamitosa postración, inferior tan sólo al que siguió al recibo de las<br />

sucesivas cartas de Londres. Todo era ya del dominio público, no había<br />

remedio. La sirvienta de la señora Rushworth, madre, tenía el escándalo<br />

en la mano y, sostenida por su señora, no iba a callarse. Las dos damas,<br />

incluso dentro del corto lapso que estuvieron juntas, no habían podido<br />

congeniar; y el rencor de la suegra contra la nuera podía, acaso,<br />

atribuirse tanto a la falta personal de respeto con que fue tratada, como<br />

a su sentimiento por su hijo.<br />

Como quiera que fuese, no había forma de gobernarla. Pero, aunque<br />

hubiera sido menos obstinada, o menos influyente en su hijo (el cual<br />

siempre se dejaba llevar del último que le hablaba, de la persona que<br />

podía cogerlo por su cuenta para hacerse con su voluntad), el caso<br />

hubiera sido igualmente desesperado, pues la joven señora Rushworth<br />

no reaparecía y todo llevaba a la conclusión de que estaba oculta en<br />

alguna parte con Mr. Crawford, que se había marchado de casa de su tío,<br />

como para un viaje, el mismo día que ella se ausentó de la suya.<br />

Sir Thomas, no obstante, prolongó todavía un poco su permanencia en<br />

Londres, con la esperanza de descubrir su paradero y arrancarla de una<br />

continuada inmoralidad, aunque todo se había perdido por el lado de la<br />

reputación.<br />

Fanny podía apenas dejar de pensar en el actual estado de sir Thomas.<br />

Sólo uno de sus hijos no constituía a la sazón para él una fuente de<br />

aflicción. Los males de Tom habían empeorado mucho con la impresión<br />

recibida por la conducta de su hermana; y su convalecencia había<br />

experimentado un retroceso tal, que hasta lady Bertram se sorprendió<br />

ante la marcada diferencia y no dejaba de transmitir regularmente sus<br />

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