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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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––¿Y qué más ha pescado por allí? ––preguntó María, en cierto modo<br />

satisfecha de que Sotherton mereciera tantos elogios.<br />

––¡Pescar, querida! Nada más que esos cuatro hermosos huevos de<br />

faisán me obligó a aceptar, quieras o no quieras; no admite que se le<br />

desprecie nada. Dijo que sin duda sería una distracción para mí,<br />

enterada de que vivo sola, tener unos cuantos seres vivientes de esta<br />

especie; y lo será, de seguro. Haré que la granjera se los ponga a la<br />

primera clueca libre que tenga, y si llegan a buen fin me los llevaré a<br />

casa y los pondré en una caponera que alguien me prestará; y será para<br />

mí delicioso cuidarlos en mis horas de soledad. Y, si tengo suerte, habrá<br />

algunos para tu madre.<br />

Era un bello anochecer, dulce y apacible, y el regreso venía a ser un<br />

paseo con todos los encantos que pudiera prestarle el sosiego de la<br />

naturaleza; pero, cuando tía Norris cesaba de hablar, en el coche se<br />

hacía un silencio absoluto. Los ánimos, en general, estaban agotados; y<br />

definir si el día les había procurado más penas que alegría, o viceversa,<br />

era la cuestión que sin duda ocupaba la mente de casi todos.<br />

CAPÍTULO XI<br />

El día pasado en Sotherton, a pesar de todos sus defectos, procuró a<br />

las hermanas Bertram sensaciones mucho más gratas que las cartas de<br />

la Antigua que poco después llegaron a <strong>Mansfield</strong>. Resultaba más<br />

agradable pensar en Henry Crawford que en el padre y, especialmente,<br />

que imaginarle de nuevo en Inglaterra dentro de un plazo no muy largo,<br />

como habían de creerlo por el contenido de esas cartas.<br />

Noviembre era el mes fatídico: para noviembre se había fijado su<br />

llegada. Sir Thomas escribía sobre este punto con toda la seguridad que<br />

podían darle la experiencia y las ansias de volver. Sus asuntos estaban<br />

tan próximos a resolverse como para que pudieran ser justificadas sus<br />

esperanzas de tomar su pasaje para el correo de septiembre y, por<br />

consiguiente, preveía con ilusión que estaría de nuevo al lado de los<br />

seres queridos a primeros de noviembre.<br />

María era más digna de compasión que Julia, porque el retorno del<br />

padre le aportaría un esposo, y el retorno del amigo más celoso de su<br />

felicidad la uniría al galán que ella misma había elegido como depositario<br />

de esa felicidad. Era una perspectiva muy negra, y no pudo hacer más<br />

que correr una cortina de humo sobre la misma y esperar que, cuando el<br />

humo se disipara, pudiese ver algo distinto, un panorama más<br />

consolador. Era de creer que no sería a primeros de noviembre; siempre<br />

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