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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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única diferencia que imponga el encontramos en otra época del año.<br />
––Este es el primer octubre que pasa en el campo desde su infancia. A<br />
Tunbridge o a Cheltenham no voy a llamarlos campo; y noviembre es un<br />
mes todavía más triste, y me he dado cuenta de que la señora Grant está<br />
muy inquieta porque teme que Mary encontrará <strong>Mansfield</strong> aburrido<br />
cuando llegue el invierno.<br />
Fanny hubiese podido decir mucho tocante a este punto, pero era más<br />
seguro no decir nada y dejar intactos todos los recursos de miss<br />
Crawford: sus talentos, su espíritu, su importancia, sus amistades... no<br />
fuera a traicionarse con alguna observación que pareciera poco gentil.<br />
Las amables opiniones que sobre ella expresaba miss Crawford merecían,<br />
cuando menos, una agradecida indulgencia; así es que se puso a hablar<br />
de otra cosa:<br />
––Mañana, según tengo entendido, mi tío come en Sotherton, y tú y<br />
Tom también. Poquitos quedaremos en casa. Espero que a tu padre le<br />
seguirá agradando Mr. Rushworth.<br />
––Esto es imposible, Fanny. Tendrá que gustarle menos después de la<br />
visita de mañana, pues estaremos cinco horas en su compañía. Me<br />
asustaría pasar un día tan aburrido, aunque no le siguiera un mal<br />
mucho mayor: la impresión que habrá de dejar en mi padre. El no podrá<br />
seguir engañándose por mucho tiempo. Lo siento por todos ellos y daría<br />
cualquier cosa porque Rushworth y María no se hubieran encontrado<br />
nunca.<br />
Respecto de este punto, desde luego, la desilusión era inminente para<br />
sir Thomas. Toda su buena voluntad por Rushworth y toda la deferencia<br />
de Rushworth por él, no pudieron evitar que pronto se le hiciera evidente<br />
algún aspecto de la verdad: que Rushworth era un joven inferior, tan<br />
ignorante de los negocios como de los libros, con opiniones vagas en<br />
general y sin que pareciera muy consciente de sí mismo.<br />
Él había esperado un yerno muy distinto; y empezó a preocuparse por<br />
cuenta de María, intentando hurgar en sus sentimientos. Poco le fue<br />
necesario observar para comprender que la indiferencia era el estado<br />
más favorable en que podían hallarse. La actitud de ella hacia Mr.<br />
Rushworth era indiferente y fría. No podía quererle, no le quería. Sir<br />
Thomas decidió hablar seriamente con su hija. Por ventajosa que fuera la<br />
alianza, y por antiguo y público que fuera el compromiso, no debía<br />
sacrificarse a esto su felicidad. Tal vez María había aceptado a Mr.<br />
Rushworth sin haberlo tratado bastante y, al conocerle mejor, se<br />
estuviera arrepintiendo.<br />
Con afable solemnidad habló a su hija sir Thomas; le contó sus<br />
temores, escudriñó sus deseos, le suplicó que fuera franca y sincera,<br />
asegurándole que se afrontarían todos los inconvenientes y se<br />
renunciaría al compromiso, si el mismo la hacía desgraciada. Él actuaría<br />
por cuenta de ella y le devolvería la libertad. María tuvo una lucha<br />
momentánea. Cuando su padre hubo terminado, pudo contestarle<br />
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