You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
66<br />
––Podríamos dar una vuelta por aquí, de momento ––propuso la señora<br />
Rushworth, haciéndose cortésmente eco de aquel deseo, y siguiéndoles––<br />
. Aquí está la mayor parte de nuestras plantas, y aquí los curiosos<br />
faisanes.<br />
––Me pregunto ––dijo Henry Crawford, observando en derredor––, ¿no<br />
podríamos hallar algo en que empleamos aquí, antes de ir más lejos? Mr.<br />
Rushworth, veo unos bancos de roca natural que prometen mucho. ¿No<br />
podríamos convocar a la junta en este prado?<br />
––James ––dijo la señora Rushworth a su hijo––, creo que a todos les<br />
gustaría recorrer el bosque. María y Julia Bertram no lo conocen todavía.<br />
Nadie objetó nada, pero por algún tiempo pareció que no había propensión<br />
a moverse para ningún plan ni a distancia alguna. Todos mostraron<br />
al principio su interés por las plantas o los faisanes, y todos se<br />
dispersaron gozando de la feliz independencia. Mr. Crawford fue el<br />
primero en alejarse para examinar las posibilidades que en aquel<br />
extremo ofrecía la casa. El terreno, limitado a ambos lados por altos<br />
muros, contenía, a continuación de la primera área con plantas, una<br />
bolera, y a continuación de la bolera una terraza sostenida por columnas<br />
de hierro, desde donde se descubrían las copas de los árboles del bosque<br />
contiguo. Era un ángulo excelente para la observación con espíritu<br />
crítico. A Mr. Crawford le siguieron pronto María Bertram y James<br />
Rushworth; y cuando, poco después, los demás se reunieron en sendos<br />
grupos, Edmund, miss Crawford y Fanny hallaron a los primeros en<br />
atareada consulta sobre las mejoras. Después de una breve participación<br />
en sus deliberaciones, los dejaron y siguieron paseando. Los tres<br />
restantes personajes ––la señora Rushworth, la señora Norris y Julia––<br />
quedaban aún muy atrás; pues Julia, cuya buena estrella no prevaleció<br />
mucho tiempo, se vio obligada a caminar al lado de la señora Rushworth<br />
y a refrenar la impaciencia de sus pies para acompasarlos a la marcha<br />
lenta de la dama; y tía Norris, habiendo establecido contacto con el ama<br />
de llaves, que había salido para dar comida a los faisanes, se demoraba<br />
comadreando con ella. ¡Pobre Julia! La única de los nueve que no estaba<br />
medianamente satisfecha de su suerte, sentíase ahora como si la<br />
hubieran castigado y tan distinta de la Julia que vino en el pescante del<br />
birlocho como quepa imaginar. La cortesía que había aprendido a<br />
practicar como un deber, le hacía imposible la escapatoria: mientras que<br />
la carencia de otros móviles más elevados para el dominio de sí mismo,<br />
de un sentido de la debida consideración al prójimo, de un conocimiento<br />
de su propio corazón, de esos principios de derecho, en fin, que no había<br />
formado parte esencial de su educación, hacían sentirse desgraciada<br />
bajo la esclavitud de aquel deber.<br />
––Hace un calor insoportable ––dijo miss Crawford, cuando hubieron<br />
dado una vuelta por la terraza y se dirigían nuevamente a la puerta que<br />
daba acceso a la floresta––. ¿Acaso alguno de nosotros hallaría<br />
inconveniente en sentirse a gusto bajo la sombra de los árboles? Ahí<br />
66