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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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pero la influencia de las personas de que antes estuvo rodeada hace que<br />
parezca..., da a su conversación, a sus opiniones personales, en ciertos<br />
momentos, un matiz de incorreción. No pensará mal, pero habla mal...<br />
habla así en plan de travesura; y aunque sé que sólo es travesura, me<br />
duele en el alma.<br />
––Es efecto de la educación recibida ––dijo Fanny, benévolamente.<br />
Edmund tuvo que mostrarse de acuerdo.<br />
––¡Sí, aquellos tíos! Estropearon el más admirable espíritu. Porque a<br />
veces, Fanny, te lo confieso, parece que no son tan sólo sus modales;<br />
parece como si hasta su espíritu estuviera contaminado.<br />
A Fanny le pareció que esto era un llamamiento a su criterio, y por<br />
tanto, después de una breve reflexión, dijo:<br />
––Si sólo me necesitas como oyente, Edmund, seré todo lo útil que<br />
pueda; pero no soy competente como consejera. No me pidas a mí<br />
consejo. No sirvo para ello.<br />
––Tienes razón, Fanny, al protestar contra tal oficio, pero no debes<br />
temer. Es un tema sobre el cual nunca pediré consejo; es precisamente el<br />
tema sobre el cual nadie debería pedirlo nunca; y pocos serán, me<br />
imagino, los que lo pidan, a no ser que quieran ser influenciados contra<br />
su propia conciencia. Yo sólo quiero hablar contigo.<br />
––Otra cosa, aún. Perdona la libertad..., pero ten cuidado en cómo me<br />
hablas. No me cuentes ahora nada que después puedas sentir haberme<br />
dicho. Puede llegar el día...<br />
––¡Queridísima Fanny! ––exclamó Edmund, oprimiéndole la mano con<br />
sus labios, casi con el mismo calor que si hubiera sido la de Mary––.<br />
¡Eres toda consideración! Pero no es necesaria en este caso. Ese día<br />
nunca llegará. Lo que tú insinúas no ocurrirá nunca. Empiezo a<br />
considerarlo como lo más improbable... las posibilidades van<br />
menguando; y aunque llegara a ser, nada habría que pudiésemos<br />
recordar, ni tú ni yo, con recelo, pues nunca he de avergonzarme de mis<br />
propios escrúpulos; y si éstos desaparecieran, sería debido a unos<br />
cambios que vendrían a enaltecer sus virtudes en comparación con sus<br />
antiguos defectos. Tú eres el único ser sobre la tierra a quien podía decir<br />
lo que he dicho; pero tú siempre supiste la opinión que de ella tengo; tú<br />
puedes atestiguar, Fanny, que nunca fui ciego. ¡Cuántas veces hemos<br />
hablado de sus pequeños errores! No debes temer..., casi he abandonado<br />
toda idea seria acerca de ella; pero sería un zoquete, desde luego, si,<br />
cualquiera que sea mi destino, fuera capaz de pensar en tu voluntad y<br />
simpatía sin la gratitud más sincera.<br />
Edmund había dicho lo suficiente para conmover una experiencia de<br />
dieciocho años; había dicho lo bastante para brindar a Fanny unas<br />
emociones más venturosas que las conocidas últimamente; y con un<br />
mayor brillo en la mirada pudo responder ella:<br />
––Sí, Edmund, estoy convencida de que tú serías incapaz de otra cosa,<br />
aunque algunos, acaso, no lo fueran. No temo escuchar nada de lo que<br />
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