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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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la atendiesen mejor de lo que antes era habitual; y el «¿dónde está<br />
Fanny?» se hizo pregunta comente, hasta cuando nadie la requería por<br />
conveniencia personal.<br />
No sólo en el seno del hogar aumentó su valor, sino también en la<br />
rectoría. En aquella casa, en la que apenas había entrado un par de<br />
veces al año desde la muerte de Mr. Norris, empezó a ser la visita más<br />
deseada, la invitada de honor; y en los tristes y fangosos días de<br />
noviembre, una compañía más que aceptable para Mary Crawford. Las<br />
visitas, que empezaron por casualidad, continuaron a requerimientos de<br />
los de la casa. La señora Grant, que en realidad estaba muy interesada<br />
en proporcionar algún aliciente a su hermana, pudo engañarse con<br />
facilidad, por gracia de la autosugestión, convenciéndose de que hacía a<br />
Fanny el más grande de los favores y le brindaba la mejor oportunidad<br />
de perfeccionar su trato social, al insistir en que menudearan sus visitas.<br />
Un día, al dirigirse Fanny al pueblo con un recado de tía Norris, fue<br />
sorprendida por un aguacero junto a la rectoría; y al ser descubierta<br />
desde una ventana mientras buscaba protección bajo las ramas casi<br />
desnudas de un roble, ya fuera de su predio, viose obligada, aunque no<br />
sin ofrecer una discreta resistencia por su parte, a entrar en la casa. Se<br />
había negado a los ruegos de un atento criado; pero cuando salió el<br />
doctor Grant en persona con un paraguas, no tuvo más remedio que<br />
sentirse enormemente avergonzada y entrar lo más deprisa posible; y<br />
para la pobre miss Crawford, que precisamente había estado<br />
contemplando la triste lluvia con gran desaliento, suspirando por el<br />
derrumbe de todo su plan de ejercicio fisico para aquella mañana y de<br />
toda probabilidad de ver a una sola criatura humana fuera de los suyos<br />
durante las siguientes veinticuatro horas, el ligero bullicio en la puerta<br />
de entrada y la vista de miss Price chorreando en el vestíbulo fue algo<br />
delicioso. El valor de un acontecimiento en un día lluvioso, en el campo,<br />
se le manifestó del modo más concluyente. Al instante recobró su<br />
habitual animación y se puso en actividad para ser útil a Fanny,<br />
descubriendo que se había mojado bastante más de lo que ésta quería<br />
reconocer al principio y procurándole ropa seca. Y Fanny, después de<br />
verse obligada a aceptar todas esas atenciones, a dejar que la ayudaran y<br />
sirvieran señoras y criadas, viose también obligada, de vuelta a la planta<br />
baja, a permanecer en el salón de los Grant por espacio de una hora<br />
mientras seguía lloviendo, prolongando así la bendición que para Mary<br />
Crawford representaba tener algo nuevo que mirar y en que pensar, con<br />
lo que pudo levantar su ánimo hasta la hora de vestirse para el<br />
almuerzo.<br />
Las dos hermanas se mostraron tan atentas y amables con ella, que<br />
Fanny hubiera gozado con la visita de no creer que se apartaba de su<br />
camino, y de haber podido prever con certeza que el cielo se aclararía<br />
una vez transcurrida la hora, evitándole el bochorno de que sacasen el<br />
coche y los caballos del doctor Grant para llevarla a casa, medida ésta<br />
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