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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Lo consiguió. Se hallaba a seguro en el comedor para los desayunos<br />
con su tía, cuando llegó miss Crawford. Pasado el primer susto, y viendo<br />
que en la actitud y las palabras de Mary había una expresión mucho<br />
menos intencionada de lo que había esperado, Fanny empezó a concebir<br />
la esperanza de que no se vería en el caso de tener que soportar nada<br />
peor que una media hora de moderada inquietud. Pero con esto esperaba<br />
demasiado. Miss Crawford no era una esclava de la oportunidad. Estaba<br />
decidida a hablar con Fanny a solas, y en consecuencia le dijo, sin<br />
esperar más que lo prudente, en voz baja:<br />
––Necesito hablar unos minutos con usted, donde sea.<br />
Palabras que Fanny sintió correr por todo su cuerpo, en todos sus<br />
pulsos y en todos sus nervios. Negarse era imposible. Sus hábitos de<br />
pronta sumisión, por el contrario, la llevaron a ponerse en pie casi en el<br />
acto y a guiarla fuera de la habitación. Lo hizo con profundo disgusto,<br />
pero era inevitable.<br />
Apenas llegaron al vestíbulo cesó toda contención por parte de Mary<br />
Crawford. Agitó la cabeza mirando a Fanny con sutil, aunque afectuosa,<br />
expresión de reproche, le cogió una mano y parecía dispuesta a empezar<br />
allí mismo, casi incapaz de poderlo evitar. Sin embargo, dijo tan solo:<br />
––¡Perversa, más que perversa! No sé cuándo acabaré de reñirla.<br />
Y tuvo discreción bastante para reservarse lo demás hasta que<br />
pudieran estar seguras entre cuatro paredes para ellas solas. Fanny,<br />
naturalmente, subió la escalera y condujo a su invitada hasta el<br />
aposento que ahora estaba siempre dispuesto confortablemente; no<br />
obstante, abrió la puerta con el corazón afligido, sintiendo que la<br />
esperaba una escena más angustiosa que cuantas habían tenido por<br />
testigo aquel mismo lugar. Pero el ataque que iba a desencadenarse<br />
contra ella quedó al menos aplazado, gracias al súbito cambio de ideas<br />
en la mente de miss Crawford, gracias a la profunda impresión de su<br />
espíritu al encontrarse de nuevo en el cuarto del este.<br />
––¡Ah! ––exclamó, con pronta animación––. ¿Estoy otra vez aquí? ¡El<br />
cuarto del este! Sólo una vez había estado en esta habitación ––y después<br />
de una pausa para mirar en derredor y, a lo que parecía, rehacer<br />
mentalmente lo que había pasado allí, añadió––: sólo una vez. ¿Lo<br />
recuerda? Vine para ensayar. Su primo vino también. Y ensayamos.<br />
Usted era nuestro público y nuestro apuntador. Fue un ensayo delicioso.<br />
Nunca lo olvidaré. Aquí estábamos, precisamente en este lado de la<br />
habitación; aquí estaba su primo, aquí yo, aquí las sillas. ¡Ah! ¿Por qué<br />
esas cosas no pueden durar siempre?<br />
Afortunadamente para su compañera, no esperaba contestación<br />
alguna. Tenía la mente totalmente ocupada por sus propios recuerdos.<br />
Estaba entregada a un ensueño de dulces evocaciones.<br />
––¡La escena que ensayábamos era tan especial! El tema de la misma<br />
tan... tan... ¿cómo diría yo? Él tenía que hacerme la descripción del<br />
matrimonio y recomendármelo. Me parece verle ahora, procurando<br />
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