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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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efecto. Luce el sol y el parque tiene un aspecto muy alegre. Pero, por<br />
desgracia, esa verja de hierro, ese foso escarpado, me dan idea de<br />
opresión y limitación. No puedo salir, como dice el estornido de la fábula<br />
––mientras esto decía, poniendo vehemencia en sus palabras, se<br />
aproximó a la verja; él la siguió––. ¡Tarda tanto James en volver con la<br />
llave!<br />
––Y por nada del mundo se atrevería usted a salir sin la llave y sin el<br />
consentimiento y la protección de Mr. Rushworth; de lo contrario, creo<br />
que sin mucha dificultad saltaría usted por este extremo de la verja, con<br />
mi ayuda. Creo que podríamos hacerlo, si usted deseara realmente<br />
sentirse menos prisionera y tuviera el valor de considerarlo como cosa no<br />
prohibida.<br />
––¡Prohibida! ¡Qué tontería! Claro que puedo salir así, y lo haré. James<br />
no tardará en llegar, por supuesto; no nos alejaremos mucho, para que<br />
nos vea.<br />
––Y, si no nos viera, miss Price tendrá la amabilidad de decirle que nos<br />
encontrará cerca de aquella loma... en el robledal de la loma.<br />
Fanny, dándose cuenta de que todo aquello no estaba nada bien, no<br />
pudo menos que esforzarse en evitarlo.<br />
––María, te vas a lastimar ––porfiaba––; seguro que te lastimarás con<br />
esos clavos; te rasgarás el vestido; corres el riesgo de caerte al foso. Mejor<br />
sería que no fueras...<br />
Al decir esto último, su prima se hallaba ya en el otro lado y, sonriendo<br />
con todo el buen humor que proporciona el éxito, replicó:<br />
––Gracias, querida Fanny, pero tanto mi traje como yo hemos llegado<br />
sanos y salvos; de modo que... ¡adiós!<br />
Fanny se quedó otra vez sola y no de mejor humor, pues la apenaba<br />
casi todo lo que había visto y oído. Estaba asombrada de María y enojada<br />
con Henry. Como no tomaron el camino recto, sino otro que les obligaría<br />
a dar un rodeo y, según a ella le pareció, muy irrazonable para dirigirse a<br />
la loma, pronto quedaron fuera del alcance de su vista. Transcurrieron<br />
unos minutos más sin que oyera ni viese a nadie. Le parecía tener todo el<br />
bosquecillo para ella sola. Casi tenía motivo para suponer que Edmund y<br />
miss Crawford la habían abandonado; pero no era posible que Edmund<br />
se olvidase tan por completo de ella.<br />
Un repentino rumor de pisadas la distrajo de sus inquietantes<br />
suposiciones; alguien se acercaba a paso rápido, bajando por el sendero<br />
principal. Esperaba que aparecería Mr. Rushworth, pero era Julia, la<br />
cual, acalorada y sin resuello, y evidentemente contrariada, exclamó al<br />
verla:<br />
––¡Hola! ¿Dónde se han metido los demás? Creí que María y Henry<br />
estaban contigo.<br />
Fanny explicó lo ocurrido.<br />
––¡Bonito truco, a fe mía! No los veo por ninguna parte ––añadió,<br />
mirando con impaciencia al interior del parque––. Pero no pueden estar<br />
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