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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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preferible cualquier cosa a suscitar esa clase de violencias.<br />

Sus hermanas, a las que tuvo oportunidad de hablar el siguiente día<br />

por la mañana, se mostraron tan refractarias a sus consejos, tan reacias<br />

a sus razonamientos, tan resueltas a hacer su gusto, como el mismo<br />

Tom. Adujeron que su madre no ponía el menor reparo al plan y que no<br />

habían de temer en absoluto la desaprobación de su padre; que no podía<br />

haber dañado en algo que se había visto en tantas familias respetables,<br />

con la intervención de tantas damas dignas de toda consideración, y que<br />

tenía que ser una escrupulosidad rayana en la locura la que pudiese ver<br />

algo censurable en un plan como el suyo, que comprendía sólo a<br />

hermanos y hermanas y algunos amigos íntimos, y del que jamás se<br />

hablaría fuera de su propio círculo. Julia no ocultó cierta tendencia a<br />

admitir que la situación de María requería que procediese con especial<br />

cuidado y prudencia, si bien esto no podía hacerse extensivo a ella: ella<br />

gozaba de absoluta libertad. Y María puso claramente de manifiesto que<br />

su compromiso no hacía más que elevarla muy por encima de toda<br />

cohibición, y que se viera menos obligada que Julia a consultar al padre<br />

o a la madre. Pocas esperanzas le quedaban a Edmund, pero seguía<br />

porfiando aún cuando se presentó Henry Crawford, procedente de la<br />

rectoría, que se introdujo en la habitación diciendo a plena voz:<br />

––No escasearán las mediocridades en nuestro teatro, miss Bertram...<br />

no nos faltarán elementos infames: mi hermana le ofrece sus respetos y<br />

espera ser admitida en la compañía y se considerará dichosa si se le<br />

concede el papel de alguna vieja dueña o sumisa confidente que a<br />

vosotros no os guste interpretar.<br />

María dirigió a Edmund una mirada que quería decir: «¿Qué dices<br />

ahora? ¿Puede estar mal lo que a Mary Crawford le parece bien?» Y<br />

Edmund, acorralado, se vio obligado a reconocer que el hechizo de las<br />

tablas podía muy bien cautivar el espíritu de las personas geniales; y,<br />

con la ingenuidad de un enamorado, se puso a pensar, más que en otra<br />

cosa, en el ánimo complaciente y servicial que se traslucía en el mensaje.<br />

El proyecto seguía adelante. Toda oposición fue inútil y, en cuanto a tía<br />

Norris, se la juzgó erróneamente al atribuirle una tendencia<br />

oposicionista. No expuso inconveniente que no fuera rebatido a los cinco<br />

minutos por su sobrino Tom y su sobrina María, que eran todopoderosos<br />

ante ella. Por otra parte, como el total de la habilitación no significaría<br />

un gran dispendio para nadie, y ninguno para ella; como previniese en la<br />

realización del proyecto todas las delicias de los apresuramientos, el<br />

bullicio y la presunción, y dedujese la inmediata ventaja de considerarse<br />

obligada a abandonar su casa, donde había vivido un mes completo a<br />

sus expensas, para trasladarse a la de ellos a fin de que a todas horas<br />

pudieran contar con sus servicios... se comprenderá que, de hecho,<br />

estuviera en extremo encantada de que se llevara a efecto.<br />

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