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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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otro día. Fanny... estoy segura de que lo sabes de memoria.<br />

Fanny no pudo negarlo; y como todos perseveraban en sus ruegos...<br />

como Edmund repitiese su deseo, hasta con una expresión de confianza<br />

en su bondad... al fin tuvo que ceder. Procuraría hacerlo lo mejor que<br />

pudiese. Todo el mundo quedó satisfecho; y ella quedó abandonada al<br />

temblor de un corazón entregado a las más violentas palpitaciones,<br />

mientras los demás se preparaban para empezar.<br />

Empezaron, sí; y como estuvieran demasiado metidos en su propio<br />

ruido para que pudiera sorprenderles algún otro ruido inusitado<br />

procedente del otro lado de la casa, habían adelantado ya algo en el<br />

ensayo cuando de golpe se abrió la puerta de la habitación y Julia,<br />

apareciendo en el marco de la misma, con el rostro despavorido,<br />

exclamó:<br />

––¡Ha llegado papá! Ahora mismo acaba de entrar en el vestíbulo.<br />

CAPÍTULO XIX<br />

¿Cómo vamos a describir la consternación de todos los allí reunidos?<br />

Para la mayoría fue un momento de verdadero terror. ¡Sir Thomas en<br />

casa! Todos cedieron a una instantánea convicción. Nadie abrigó una<br />

esperanza de engaño u error. El semblante de Julia evidenciaba el hecho<br />

de tal modo, que lo hacía indiscutible, y después de los primeros<br />

respingos y exclamaciones no se oyó una palabra por espacio de medio<br />

minuto; se miraban los unos a los otros con cara de espanto y casi todos<br />

recibieron la noticia como la más desagradable, inoportuna y<br />

abrumadora de las sorpresas. Mr. Yates pudo considerar que aquello no<br />

era más que una enfadosa interrupción del ensayo por aquella noche, y<br />

Mr. Rushworth pudo imaginar que era una bendición del cielo; pero<br />

todos los demás se sentían oprimidos en mayor o menor grado bajo el<br />

peso de la auto––recriminación o de un indefinido temor. Todos los<br />

demás se preguntaban: «¿Qué será de nosotros? ¿Qué podemos hacer<br />

ahora?» Fue una pausa llena de terror; y terribles a todos los oídos<br />

fueron los corroborantes ruidos de puertas que se abrían y pasos que se<br />

aproximaban.<br />

Julia fue la primera en ponerse de nuevo en movimiento y hablar. Celos<br />

y amargura habían quedado en suspenso, se había diluido el egoísmo en<br />

aras de la causa común; pero, en el momento en que se abrió la puerta,<br />

Frederick estaba escuchando, arrobado, el relato de Agatha, mientras<br />

oprimía la mano de ésta contra su corazón; y en cuanto Julia se dio<br />

cuenta de ello y vio que, a despecho de la impresión que causaron sus<br />

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