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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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«¡Oh!, no podemos hacer nada sin vosotros» fueron las frases que se<br />
cruzaron a seguido de los primeros saludos; y Henry Crawford no tardó<br />
en sentarse junto a los tres que ocupaban la mesita aparte, mientras su<br />
hermana se dirigía hacia donde se encontraba lady Bertram para<br />
cumplimentarla con atenta deferencia.<br />
––Sinceramente debo felicitar a usted ––dijo–– por haber sido ya elegida<br />
la obra a representar; pues, aunque usted lo ha soportado todo con<br />
paciencia ejemplar, no dudo que estará cansada de tanto ruido y tanta<br />
discusión; por eso le doy a usted mi sincera enhorabuena, lo mismo que<br />
a la señora Norris y a todos los que entran en el mismo predicamento ––<br />
añadió, repartiendo su mirada, mitad temerosa, mitad astuta, entre<br />
Fanny y Edmund.<br />
Obtuvo una contestación muy cortés de lady Bertram, pero Edmund no<br />
dijo nada. Que él no fuera más que uno de los circunstantes quedó sin<br />
desmentir. Después de seguir unos minutos charlando con el grupo<br />
reunido en tomo al fuego, miss Crawford se reunió con los sentados en<br />
tomo a la mesa y, permaneciendo de pie junto a ellos, pareció que se<br />
interesaba en sus disposiciones hasta que, como recordando de súbito<br />
algo de capital importancia, exclamó:<br />
––¡Amigos míos! Veo que estáis trabajando con gran ponderación en<br />
tomo a los decorados de esas granjas y cervecerías, por dentro y por<br />
fuera; pero, por favor, decidme entretanto cuál va a ser mi suerte. ¿Quién<br />
hará el papel de Anhalt? ¿Cuál de vosotros será el caballero a quien<br />
tendré el placer de hacer el amor?<br />
Transcurrieron unos segundos sin que nadie hablara; y después<br />
hablaron muchos a la vez para decir la misma triste verdad: todavía no<br />
contaban con ningún Anhalt. Mr. Rushworth se había decidido por el<br />
conde Cassel, pero del papel de Anhalt nadie se había encargado aún.<br />
––Yo pude elegir entre los dos personajes ––dijo Mr. Rushworth––, y me<br />
pareció que me gustaba más el papel de Conde... aunque no me<br />
entusiasma eso de salir a escena tan elegante y adornado.<br />
––Fue muy acertada su elección, desde luego ––replicó miss Crawford,<br />
intencionadamente––; el papel de Anhalt es bastante difícil.<br />
––El Conde tiene cuarenta y dos parlamentos ––subrayó Mr.<br />
Rushworth––, lo que no es una bagatela.<br />
––No me sorprende nada ––dijo miss Crawford, después de una corta<br />
pausa–– que no haya surgido ningún Anhalt. Amelia no merece mejor<br />
suerte. Una muchacha tan desenvuelta es natural que asuste a los<br />
hombres.<br />
––A mí me causaría más que satisfacción encargarme del papel, si fuera<br />
posible ––protestó Tom––; pero, desgraciadamente, el mayordomo y<br />
Anhalt coinciden en escena. Sin embargo, no quiero dar el caso por<br />
perdido; veré si se puede hacer algo... lo repasaré otra vez.<br />
––Tu hermano seria el indicado ––dijo Mr. Yates a Tom, en voz baja––.<br />
¿No crees que aceptaría?<br />
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