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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

325<br />

Apenas podía dominar su emoción cuando entró en la salita. Edmund<br />

estaba solo y se dirigió a ella inmediatamente; y Fanny se sintió oprimida<br />

contra el corazón de su primo mientras escuchaba sólo estas palabras,<br />

apenas articuladas:<br />

––¡Mi Fanny... mi única hermana... mi único consuelo, ahora!<br />

Ella no pudo decir nada, y tampoco él pudo añadir más durante unos<br />

minutos.<br />

Edmund se apartó para serenarse, y cuando habló de nuevo, aunque<br />

su voz vacilaba todavía, mostraba en su actitud el deseo de dominarse y<br />

la resolución de evitar toda ulterior alusión.<br />

––¿Has desayunado ya? ¿Cuándo estarás dispuesta? ¿Viene Susan? ––<br />

fueron preguntas que se sucedieron rápidamente.<br />

Su mayor deseo era partir cuanto antes. Tratándose de <strong>Mansfield</strong>, el<br />

tiempo era precioso; y su estado de ánimo hacía que sólo hallara<br />

consuelo en el movimiento. Acordaron que avisaría para que el carruaje<br />

estuviera en la puerta media hora después. Edmund había desayunado<br />

ya y declinó la invitación de acompañarlas mientras ellas lo hacían. Dijo<br />

que daría un paseo por las murallas y volvería a recogerlas con el<br />

coche... Se había marchado de nuevo, contento de librarse hasta de<br />

Fanny.<br />

Parecía muy enfermo; era evidente que sufría bajo las más violentas<br />

emociones, que estaba decidido a reprimir. Fanny comprendía que era<br />

así, pero era terrible para ella.<br />

Llegó el coche y Edmund entró de nuevo en la casa inmediatamente,<br />

con el tiempo justo para dedicar unos minutos a la familia y ser testigo<br />

(aunque nada vio) de la tranquilidad con que se separaban las hermanas,<br />

y muy a punto para evitar que las niñas se sentaran a la mesa del<br />

desayuno, la cual, gracias a una gran e inusitada actividad, estaba ya<br />

completamente dispuesta cuando Fanny empezó a alejarse en el coche.<br />

Que su corazón quedó henchido de gozo y gratitud al pasar las barreras<br />

de Portsmouth, y que en el rostro de Susan campeaban las más amplias<br />

sonrisas, fácilmente puede concebirse. Sin embargo, como iba sentada<br />

delante y la protegía el ala de su sombrero, esas sonrisas no fueron<br />

vistas.<br />

Parecía que iba a ser un viaje silencioso. Fanny percibía con frecuencia<br />

los profundos suspiros de Edmund. De haberse encontrado a solas con<br />

ella le hubiera abierto su corazón, a pesar de todas las resoluciones; pero<br />

la presencia de Susan le contenía, y pronto no pudo soportar sus propios<br />

intentos de hablar sobre temas diversos.<br />

Fanny le observaba con inagotable solicitud; y a veces, al tropezarse<br />

sus miradas, renovaba en él una afectuosa sonrisa que la consolaba.<br />

Pero el primer día de viaje transcurrió sin oírle una palabra acerca de los<br />

motivos que le deprimían. La mañana siguiente dio ocasión para algo<br />

más. Un momento antes de partir de Oxford, mientras Susan, tras los<br />

cristales, observaba con atención concentrada a una numerosa familia<br />

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