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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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nadie indispensable para él? Y además, cómo era posible suponer que su<br />
hermana, con todas sus elevadas y mundanas ideas sobre el matrimonio,<br />
iba a favorecer algo que tuviera un sentido formal por aquél lado? Nada<br />
podía ser menos natural, tanto en el uno como en la otra. Fanny se<br />
avergonzó de haberlo puesto en duda siquiera. Cualquier cosa era<br />
posible imaginar antes que una inclinación sincera, o la aprobación de la<br />
misma, hacia ella. De esto estaba plenamente convencida antes de que<br />
sir Thomas y Mr. Crawford se reunieran con ellas. La dificultad estuvo en<br />
mantener tal convicción de un modo tan absoluto una vez Henry se hubo<br />
instalado allí; ya que por una o dos veces fijó en ella una mirada, como<br />
involuntariamente, que no supo clasificar entre las de significado<br />
comente. En otro hombre cualquiera, al menos, ella hubiera dicho que<br />
significaba algo muy serio, muy concreto. No obstante, siguió tratando de<br />
creer que no pasaba de lo que él había expresado a menudo a sus primas<br />
y a otras cincuenta mujeres.<br />
Pensó que él deseaba hablarle sin que le oyeran los demás. Se imaginó<br />
que lo estaba intentando, a intervalos, durante toda la velada, siempre<br />
que sir Thomas salía de la habitación con tía Noms, y puso mucho<br />
cuidado en evitar toda ocasión.<br />
––Por fin ––para la inquietud de Fanny resultó un por fin, aunque no<br />
era demasiado tarde–– empezó él a hablar de marcharse; pero el consuelo<br />
de aquella decisión quedó anulado al volverse acto seguido Henry hacia<br />
ella para decirle:<br />
––¿No tiene que enviarle usted nada a Mary? ¿No hay contestación a<br />
sus líneas? Quedará defraudada si no recibe nada de usted. Por favor,<br />
escríbale, aunque sea una sola línea.<br />
––¡Oh, sí, claro! ––exclamó Fanny, levantándose apresuradamente, con<br />
el apresuramiento del agobio y de las ganas de escabullirse––. Le<br />
escribiré enseguida.<br />
Se dirigió, por tanto, a la mesa donde solía escribir por cuenta de su tía<br />
y preparó el material, sin saber ni remotamente qué iba a decir. Había<br />
leído la esquela de Mary una sola vez; y dar contestación a algo tan<br />
imperfectamente comprendido constituía un verdadero apuro. Nada<br />
práctica en esa clase de correspondencia a través de billetes, si le<br />
hubiera quedado tiempo para detenerse en escrúpulos y temores<br />
respecto del estilo, los hubiera sentido en abundancia; pero era preciso<br />
escribir algo en el acto, y con un solo propósito decidido (el de no dar la<br />
impresión que meditaba algo realmente intencionado), escribió lo que<br />
sigue con mano temblorosa, reflejo de la inquietud de su espíritu:<br />
«Le quedo muy agradecida, mi querida miss Crawford, por su amable<br />
felicitación, en cuanto se relaciona con mi queridísimo William. El resto<br />
de su nota, bien lo sé, no significa nada; de todos modos, soy yo tan<br />
inferior para una cosa de esas, que espero querrá excusarme si le pido<br />
que no haga más caso del asunto. Conozco demasiado a su hermano<br />
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