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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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sus expresiones amables, su trato confidencial, la impresionaban<br />
vivamente. Era demasiado bueno con todos. En resumen, se trataba de<br />
una carta que no la cambiaría por el mundo entero y cuyo valor nunca<br />
apreciaría bastante. En esto acabó la cosa.<br />
Todos los aficionados a escribir cartas sin tener mucho que contar,<br />
grupo que comprende una gran parte del mundo femenino al menos,<br />
convendrán con lady Bertram en que estuvo de mala suerte en lo de que<br />
un capítulo tan importante de las actualidades de <strong>Mansfield</strong>, como la<br />
certeza del viaje de los Grant a Bath, se diera en un momento en que ella<br />
no podía aprovecharlo; y reconocerán que hubo de ser muy mortificante<br />
para ella ver que caía en la desagradecida pluma de su hijo, que lo trató<br />
con la mayor concisión posible al final de una extensa carta, en vez de<br />
serle reservado a ella, que hubiera llenado con ese tema casi una página<br />
de las suyas. Pues aunque lady Bertram brillaba bastante en el ramo<br />
epistolar, ya que desde los primeros tiempos de casada, a falta de otra<br />
ocupación y debido a la circunstancia de tener sir Thomas sus<br />
actividades en el Parlamento, se dedicó a cultivar y sostener una<br />
correspondencia con sus amistades, y había creado para su uso un<br />
respetable estilo amplificativo y copioso en lugares comunes, de modo<br />
que le bastaba un tema insignificante para desarrollarlo a placer..., sin<br />
embargo, le era indispensable tener algo sobre qué escribir, aun<br />
dirigiéndose a su sobrina; y estando tan cerca de perder el provechoso<br />
venero de los síntomas gotosos en el doctor Grant y de las visitas<br />
matinales de la señora Grant, fue muy duro para ella verse privada de<br />
uno de los últimos usos epistolares a que hubiese podido destinarles.<br />
No obstante, se le preparaba una pingüe compensación. La hora de la<br />
suerte llegó para lady Bertram. A los pocos días de recibir la carta de Edmund,<br />
Fanny tuvo una de su tía que empezaba así:<br />
«Mi querida Fanny: Tomo la pluma para comunicarte una noticia muy<br />
alarmante, que no dudo habrá de causarte gran pesar.»<br />
Esto era mucho mejor que tomar la pluma para enterarla de todos los<br />
detalles del proyectado viaje de los Grant, pues la presente información<br />
era de una naturaleza que prometía a su misma pluma ocupación para<br />
muchos días en lo sucesivo, ya que se trataba, nada menos, de que su<br />
hijo mayor se hallaba gravemente enfermo, de lo cual habían tenido<br />
noticias por un propio pocas horas antes.<br />
Tom había salido de Londres, con un grupo de jóvenes, para<br />
Newmarket, donde un amago desatendido y unos excesos en la bebida le<br />
habían producido fiebre; y cuando los demás se fueron, no pudiendo él<br />
seguirles, lo dejaron en casa de uno de aquellos jóvenes, abandonado a<br />
las delicias de la enfermedad y la soledad, sin más asistencia que la de<br />
los criados. En vez de sentirse pronto mejor, lo suficiente para seguir a<br />
sus amigos, se agravó considerablemente; y no pasaron muchos días sin<br />
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