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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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inmediata, decididamente y sin agitación aparente. Le agradeció su gran<br />

interés, su paternal cariño; pero añadió que estaba del todo equivocado<br />

al suponer en ella el menor deseo de romper el compromiso, o que existía<br />

algún cambio en la intención o inclinación nacida al principio; que tenía<br />

en la mayor estima el carácter y las condiciones de Mr. Rushworth, y no<br />

podía dudar de que seria feliz con él.<br />

Sir Thomas quedó satisfecho... demasiado contento, acaso, para estar<br />

satisfecho, para forzar la cuestión hasta donde su recto juicio pudiera<br />

haberse impuesto a otras consideraciones. Era una alianza de la que no<br />

hubiera prescindido sin dolor; y razonaba de esta suerte: Rushworth era<br />

lo bastante joven para mejorar... Rushworth tenía que mejorar, y<br />

mejoraría al estar bien acompañado; y si María se mostraba ahora tan<br />

segura de su felicidad con él (hablando, por cierto, sin el prejuicio, sin la<br />

ceguera del amor), había que creerla. Acaso no fueran vivos sus<br />

sentimientos; él nunca lo había supuesto. Pero las ventajas de orden<br />

material no contaban menos para el caso. Y si ella podía prescindir de<br />

ver en su marido un carácter brillante, emprendedor, era indudable que<br />

todo lo demás había de serle favorable. Una joven de buenos principios<br />

que no se casa por amor queda, por lo general, tanto más unida a sus<br />

padres; y la proximidad entre Sotherton y <strong>Mansfield</strong> mantendría lógicamente<br />

viva la tentación y sería, con toda probabilidad, constante motivo<br />

de las más gratas e inocentes diversiones. Tales, y otros parecidos, eran<br />

los razonamientos de sir Thomas, feliz al librarse de las embarazosas<br />

dificultades de una ruptura: el asombro, las observaciones, los reproches<br />

a que hubiera dado lugar...; feliz al ver asegurado un matrimonio que le<br />

aportaría un aumento de respetabilidad e influencia; y muy feliz al<br />

pensar que las disposiciones de su hija eran de lo más favorables al caso.<br />

Para ella la conferencia terminó tan satisfactoriamente como para él.<br />

Su estado de ánimo la llevaba a alegrarse de haberse atado al carro de su<br />

suerte sin revocación... de haberse entregado de nuevo a Sotherton... de<br />

verse a salvo de la posibilidad de dar a Crawford el triunfo de gobernar<br />

sus acciones y destruir sus proyectos; y se retiró orgullosa de su<br />

resolución, dispuesta tan sólo a portarse en lo futuro con más cautela<br />

ante Mr. Rushworth, no fuera su padre a sospechar de ella otra vez.<br />

De haberse dirigido sir Thomas a su hija dentro de los primeros tres o<br />

cuatro días siguientes a la partida de Henry Crawford, antes de que los<br />

sentimientos de María se hubieran amortiguado, antes de que ella<br />

hubiera abandonado toda esperanza con respecto a él, o de que hubiera<br />

resuelto soportar a su prometido, su contestación pudiera haber sido<br />

otra; pero pasados otros tres o cuatro días, sin que hubiera regresado, ni<br />

carta, ni mensaje, ni síntomas de corazón enternecido, ni esperanzas<br />

sobre la ventaja de la ausencia, su corazón se había enfriado lo bastante<br />

para buscar el consuelo que el orgullo y el desquite podían<br />

proporcionarle.<br />

Henry Crawford había destruido su felicidad, pero no debía saber que<br />

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