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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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tiempo que Mr. Crawford entraba en el recibidor.<br />
El buen sentido de Fanny siempre respondía cuando de veras era<br />
requerido; de modo que fue capaz de presentar a su madre al visitante y<br />
de justificar que recordaba su nombre como el de «el amigo de William»<br />
aunque previamente no se hubiera creído con valor para pronunciar una<br />
sílaba en tal momento. El saber que allí sólo era conocido como el amigo<br />
de William representaba para ella algún sostén. Después de la<br />
presentación, sin embargo, y una vez sentados todos de nuevo, el<br />
espanto que la acometió al preguntarse adónde podría conducir tal visita<br />
fue abrumador, hasta el punto de que creyó estar a punto de<br />
desmayarse.<br />
Mientras se esforzaba por conservar el sentido, Henry, que al principio<br />
se le había acercado con el aire animado de siempre, desvió prudente y<br />
amablemente la mirada, dándole tiempo para recobrarse a la vez que se<br />
dedicaba por entero a la madre, hablándole y prestándole su atención<br />
con la mayor cortesía y propiedad, y también con cierto grado de<br />
intimidad, o cuando menos de interés, resultando perfectos sus modales.<br />
Los de la señora Price estaban también en su mejor punto. Estimulada<br />
ante semejante amigo de su hijo, regulada por el deseo de darle una<br />
favorable impresión, se mostraba desbordante de gratitud, de auténtica<br />
gratitud maternal, y esto no podía resultar desagradable. Dijo que Mr.<br />
Price había salido y lo lamentaba muchísimo. Fanny se había recobrado<br />
lo suficiente para decirse que ella no podía lamentarlo; pues a sus<br />
muchos motivos de inquietud se añadía el muy grave de su vergüenza<br />
por el hogar en que él la encontraba. Podía reprocharse esta debilidad,<br />
pero no había reproche que sirviera para el caso. Estaba avergonzada, y<br />
más la hubiera avergonzado aún su padre que todo lo demás.<br />
Hablaron de William, tema que nunca podía cansar a la señora Price; y<br />
los elogios de Mr. Crawford fueron tan entusiastas como pudiera<br />
desearlo hasta el corazón de la misma madre. Ésta se decía que en su<br />
vida había conocido un hombre tan agradable, y sólo se asombró de que,<br />
siendo tan importante y agradable, no hubiese rendido viaje a<br />
Portsmouth ni para visitar al almirante del puerto, ni al comisario, ni<br />
siquiera con la intención de llegarse a la isla o ver el arsenal. Ninguna de<br />
todas esas cosas, que ella siempre había considerado prueba de<br />
importancia, o modo de emplear la riqueza, le habían traído a<br />
Portsmouth. Había llegado a última hora de la noche anterior, se<br />
proponía pasar allí un par de días, se hospedaba en el Crown, se había<br />
encontrado casualmente con uno o dos oficiales de la marina conocidos,<br />
pero su viaje no obedecía a ninguno de aquellos motivos.<br />
Después que hubo facilitado toda esa información, consideró que no<br />
era irrazonable suponer que podía ya dirigir la mirada y la palabra a<br />
Fanny; y ella se sintió bastante capaz de tolerar lo uno y lo otro, y<br />
enterarse de que había pasado media hora junto a su hermana la víspera<br />
de su salida de Londres; de que ella le enviaba sus más efusivas<br />
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