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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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expresión de deleite en el rostro, y cuando hablaba lo hacía con<br />
extraordinaria animación. «¡Aquí se disfruta de una vista espléndida!»<br />
«Me gustaría que todos pudiesen ver el paisaje tan bien como yo», etc.,<br />
etc. Pero su única oferta de permuta la hizo a miss Crawford, cuando<br />
lentamente alcanzaban la cima de un extenso collado, y cuanto en sus<br />
palabras hubo de invitación no pasó de esto:<br />
––Aquí se quiebra el paisaje en un estallido de magnificencia. Quisiera<br />
ofrecerle mi asiento; pero ya veo que no querrá aceptarlo, ni siquiera<br />
permitirá que insista.<br />
Y miss Crawford apenas pudo contestarle antes de que se encontrasen<br />
ya corriendo a buena marcha por la otra vertiente.<br />
Al adentrarse en la zona de influencia de Sotherton, María Bertram, de<br />
quien pudiera haberse dicho que tenía un arco con dos cuerdas, empezó<br />
a sentirse mejor. Tenía «sentimientos Rushworth» y «sentimientos<br />
Crawford»; y, en la vecindad de Sotherton, los primeros ejercían una<br />
influencia considerable. La importancia de Mr. Rushworth era también la<br />
de ella. No pudo decir a Mary Crawford que aquellos bosques pertenecían<br />
a Sotherton, ni comentar distraídamente que creía que los campos que<br />
ahora atravesaban eran todos, a uno y otro lado de la carretera,<br />
propiedad de Mr. Rushworth, sin que latiera con júbilo su corazón; y su<br />
satisfacción iba en aumento a medida que se aproximaban a la<br />
importante mansión feudal y antigua residencia solariega de la familia.<br />
––A partir de ahora ya no tendremos mal camino; se acabaron las<br />
molestias. Lo que queda de carretera es como debe ser. Mr. Rushworth lo<br />
ha hecho, después de heredar la finca. Aquí empieza la aldea. Aquellas<br />
cabañas son, realmente, una ignominia. La aguja de la iglesia es<br />
conocida por su notable hermosura. Me gusta que la iglesia no esté tan<br />
pegada a la casa grande como ocurre a menudo en lugares antiguos. El<br />
fastidio de las campanas ha de ser terrible. Allí está la rectoría... casas de<br />
aspecto muy pulcro; y tengo entendido que el rector y su esposa son<br />
personas muy respetables. Aquello son casas de beneficencia, fundadas<br />
por miembros de la familia. A la derecha está la casa del administrador;<br />
es hombre muy respetable. Ahora llegamos al pabellón del guarda; pero<br />
nos queda todavía casi una milla de parque. Como usted ve, no es feo en<br />
este extremo; hay algunos árboles preciosos. Pero la situación de la casa<br />
es desastrosa. Para llegar a ella hemos de recorrer media milla cuesta<br />
abajo; y es una lástima, porque no tendría mal aspecto si tuviera mejor<br />
acceso.<br />
Miss Crawford no regateó su admiración; fácilmente adivinó cuáles<br />
eran los sentimientos de María y se empeñó en aumentar su gozo todo lo<br />
posible. La señora Norris era toda entusiasmo y volubilidad; y hasta<br />
Fanny tenía algo que expresar, admirada, y era escuchada con agrado.<br />
Su mirada captaba con avidez cuanto se le ofrecía a su alcance; y<br />
después que hubo logrado, no sin algún esfuerzo, descubrir la casa,<br />
observando que «era una clase de edificio que ella no podía mirar sino<br />
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