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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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amabilidad, me miró con no poco ceño al enterarse de mis pretensiones.<br />

––Es natural que no se le ocurriese a usted pensar en la gravedad del<br />

caso; pero cuando lo piense tendrá que reconocer la importancia que<br />

tiene la recogida de la hierba. Alquilar un carro no le seria, en cualquier<br />

época del año, tan fácil como usted supone; nuestros granjeros no tienen<br />

costumbre de cederlos; pero durante la recogida tiene que serles<br />

totalmente imposible prescindir de un caballo.<br />

––Con el tiempo, sin duda llegaré a comprender ese modo de hacer que<br />

impera aquí, en el campo; pero al llegar de Londres, trayendo de allí el<br />

axiomático principio de que con dinero todo se consigue, quedé al<br />

principio un poco desconcertada ante esta recia independencia de<br />

costumbres. A pesar de todo, mañana me traerán el arpa. Henry, que es<br />

la bondad personificada, me ha ofrecido traerla en su birlocho. ¿No será<br />

honrosamente transportada?<br />

Edmund habló del arpa como de su instrumento favorito, y dijo que<br />

esperaba tener pronto ocasión de oírsela tocar. Fanny no había oído<br />

nunca tocar el arpa, y manifestó que lo deseaba con el mayor anhelo.<br />

––Será para mí un gran placer tocar para los dos ––dijo miss Crawford–<br />

–; al menos, mientras no se cansen de escucharme... y seguramente más<br />

también, porque adoro la música; cuando el gusto natural es idéntico por<br />

ambas partes, el ejecutante lleva siempre ventaja, pues goza por más<br />

conceptos. Ahora, Edmund, si escribe a su hermano dígale, se lo ruego,<br />

que mi arpa ha llegado ya..., ¡me oyó quejarme tanto de lo desgraciada<br />

que me sentía sin ella! Y también puede decirle, si le parece bien, que<br />

prepararé las piezas más elegíacas de mi repertorio para cuando vuelva,<br />

por compasión a sus sentimientos, pues sé que su caballo perderá la<br />

carrera.<br />

––Si le escribo, le diré cuanto usted desea; aunque de momento no creo<br />

que se presente motivo para escribirle.<br />

––No, me lo figuro; aunque estuviera un año fuera no le escribiría usted<br />

nunca, ni él a usted, de poderlo evitar. Nunca se presentaría la ocasión.<br />

¡Que extrañas criaturas son los hermanos! Jamás se escribirían, a no ser<br />

por la necesidad más urgente; y cuando se ven obligados a tomar la<br />

pluma para decir que tal caballo está enfermo, o tal pariente ha fallecido,<br />

lo hacen con las menos palabras posibles. Todos los hermanos tienen el<br />

mismo sistema. Lo conozco muy bien. Henry, que en todos los demás<br />

aspectos es exactamente lo que un hermano debe ser, que me quiere,<br />

que se aconseja conmigo, que hace de mí su confidente y estaría<br />

hablando conmigo horas seguidas, nunca ha llegado a dar vuelta a la<br />

hoja en las cartas que me ha dirigido; y con frecuencia no pone más que:<br />

«Querida Mary, acabo de llegar. Bath parece que está lleno, y todo lo<br />

demás como de costumbre. Tuyo afectísimo». He aquí el auténtico estilo<br />

masculino... He aquí una perfecta carta de hermano.<br />

––Cuando se encuentran muy lejos de toda la familia ––dijo Fanny,<br />

sonrojándose en honor a William––, saben escribir las más largas cartas.<br />

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