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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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––¡Ah, querido Thomas! ––le atajó tía Norris––. Ya sé lo que piensas. Ya<br />
sé lo que ibas a decir. Si nuestra querida Julia estuviera en casa, o<br />
nuestra queridísima María en Sotherton, de modo que existiera una<br />
razón, un motivo para una cosa así, te sentirías tentado a dar un baile<br />
en <strong>Mansfield</strong> para la gente joven. Sé que lo harías. Si ellas estuvieran en<br />
casa para adornar la fiesta, habría aquí baile estas mismas Navidades.<br />
Dale las gracias a tu tío, William; dale las gracias.<br />
––Mis hijas ––replicó sir Thomas, terciando gravemente–– tienen sus<br />
diversiones en Brighton y, así lo espero, son muy felices; pero el baile que<br />
pienso dar en <strong>Mansfield</strong> será para sus primos. De poder hallarnos todos<br />
reunidos, es indudable que sería más completa nuestra satisfacción,<br />
pero la ausencia de unos no debe privar de distracción a los demás.<br />
Tía Norris no pudo añadir una sola palabra. Vio decisión en la actitud<br />
de su cuñado y le fue preciso guardar unos minutos de silencio para que<br />
la sorpresa y el enojo no desbordaran su compostura. ¡Dar sir Thomas<br />
un baile en aquellas circunstancias! ¡Estando ausentes sus hijas, y sin<br />
consultarla a ella! Sin embargo, pronto tuvo a mano el consuelo. Ella<br />
tendría que ser el artífice de todo. A lady Bertram, desde luego, se le<br />
ahorrarla cuanto significase hacer, e incluso pensar, algo, y todo recaería<br />
sobre ella. Tendría que hacer los honores de la velada; y esta reflexión<br />
pronto le devolvió el suficiente buen humor para estar en condiciones de<br />
unirse a los otros, antes de que acabaran de expresar toda su dicha y<br />
gratitud.<br />
Edmund, William y Fanny, cada uno a su modo, se mostraban tan<br />
gratamente complacidos, al hablar del baile prometido, como sir Thomas<br />
pudiera desear. Lo que en aquellos instantes sentía Edmund, era por<br />
cuenta de los otros dos. Nunca su padre había concedido un favor o<br />
mostrado una atención tan a satisfacción suya.<br />
Lady Bertram se mantuvo perfectamente impasible y resignada, sin<br />
hacer objeción alguna. Sir Thomas se comprometió a ocasionarle muy<br />
pocas molestias; y ella le aseguró que las molestias no la asustaban en<br />
absoluto... ya que, en realidad, no podía imaginar que fuera a producirse<br />
ninguna.<br />
Tía Norris se disponía a exponer sus sugerencias respecto de las salas<br />
que ella consideraba más apropiadas para el caso, pero se encontró con<br />
que todo estaba ya previsto; y cuando quiso iniciar sus conjeturas e insinuaciones<br />
acerca de la fecha, resultó que ya estaba fijada también. Sir<br />
Thomas se había entretenido en trazar un bosquejo muy completo, y en<br />
cuanto ella se resignó a escuchar pacíficamente pudo leer la lista de<br />
familias a invitar, de entre las cuales calculaba poder reunir,<br />
descontando las bajas inevitables dada la premura de la noticia, el<br />
elemento joven suficiente para formar doce o catorce parejas; y,<br />
asimismo, pudo exponer las consideraciones que le habían inducido a<br />
fijar el día 22 como fecha más conveniente. A William se le requería en<br />
Portsmourth el 24; por tanto, el 22 sería el último día de su estancia<br />
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