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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Sorpresa, admiración y alegría produjo en los tres el inesperado<br />
encuentro; y, como Edmund venía para lo mismo que había llevado a<br />
miss Crawford allí, la admiración y el placer era de presumir que serían<br />
más que momentáneos en los dos. También él había traído su libro y<br />
buscaba a Fanny para rogarle que le permitiese ensayar con ella,<br />
ayudándole a prepararse para la noche, ignorando que miss Crawford se<br />
encontrara en la casa; y grande fue el júbilo y la satisfacción que<br />
mostraron por verse así casualmente reunidos, poniendo de relieve la<br />
coincidencia de las respectivas intenciones y coincidiendo también<br />
ambos en elogiar los amables oficios de Fanny.<br />
Ésta no podía igualar el entusiasmo de la pareja; su espíritu quedó<br />
anonadado bajo la vehemencia expresiva de los dos, y sintió que le<br />
faltaba demasiado poco para convertirse en nada para ellos, para hallar<br />
algún consuelo en el hecho de que ambos la hubiesen estado buscando.<br />
Ahora podrían ensayar juntos. Edmund lo propuso, insistió, suplicó,<br />
hasta que la damisela, que ya al principio no estaba maldispuesta, no<br />
pudo seguir negándose; y Fanny ya sólo les sirvió para apuntar y<br />
observarles. Se le concedió, indudablemente, la investidura de juez y<br />
crítico, y con insistencia le rogaron que se prestara a ejercer tales oficios<br />
y les hiciera notar todas las faltas que cometiesen. Pero sus sentimientos<br />
se revolvían contra ello... Ella no podía, no quería, no se atrevería a<br />
intentarlo. Aunque por otros motivos hubiera existido un reconocimiento<br />
de su autoridad en la critica, igualmente su conciencia la hubiera<br />
privado de aventurarse a manifestar su desaprobación. Demasiado era lo<br />
que en su fuero interno hallaba de censurable en una función casera,<br />
respecto de la modestia o la moralidad. Tener que apuntarles era ya<br />
bastante para ella; y, en alguna ocasión; fue más que bastante, pues no<br />
siempre pudo estar atenta al texto del libro. Mirándoles a ellos se<br />
olvidaba de sí misma; e inquieta por la creciente vehemencia que<br />
Edmund ponía en sus acentos llegó, en un momento dado, a cerrar el<br />
libro para mirarles en el preciso instante en que él necesitaba su ayuda.<br />
El hecho se atribuyó a la muy comprensible fatiga de Fanny, a quien no<br />
se regatearon frases de agradecimiento y de compasión; si bien es cierto<br />
que la pobre muchacha merecía que la compadecieran mucho más de lo<br />
que ellos seguramente nunca llegarían a sospechar. Por fin terminó la<br />
escena y Fanny se esforzó en añadir sus expresiones de elogio a los<br />
cumplimientos que los otros dos se hacían mutuamente; y cuando<br />
estuvo sola de nuevo, y en condiciones de recapacitar sobre todo lo<br />
ocurrido, se sintió inclinada a creer que aquéllos pondrían en la<br />
interpretación de sus papeles, indudablemente, tal realismo y<br />
sentimiento que ello, por sí sólo, habría de asegurarles el éxito, a la par<br />
que constituiría una exhibición muy pesarosa para ella. Sin embargo,<br />
cualquiera que fuese el efecto que le produjese, tendría que resistir de<br />
nuevo el embate cuando llegase el día.<br />
El primer ensayo regular de los tres actos iba a tener lugar, en efecto,<br />
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