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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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espontáneamente, en cuanto a su pena por la separación.<br />
¡Ay! Aquella hermana, aquella amiga y compañera, era el principal tormento<br />
contra su tranquilidad. Si ella hubiera podido considerar el<br />
destino de Mary tan desligado de <strong>Mansfield</strong> como estaba decidida a que<br />
lo fuera el de su hermano; si le hubiera cabido la esperanza de que ella<br />
tardaría en volver tanto como muy inclinada estaba a creer que tardaría<br />
Henry, se le hubiera aligerado el corazón, sin duda. Pero cuanto más<br />
recordaba y observaba, tanto más profundo era su convencimiento de<br />
que todo seguía ahora un curso más favorable que nunca para el<br />
casamiento de Edmund con miss Crawford. Por parte de él la inclinación<br />
era más fuerte; por la de ella, menos equívoca. Los prejuicios, los<br />
escrúpulos de Edmund basados en su integridad, parecían todos<br />
desechados..., nadie podía saber cómo; y las dudas y vacilaciones de<br />
Mary, motivadas por su ambición, se habían igualmente superado, y<br />
también sin razón aparente. Sólo cabía imputarlo a un creciente afecto.<br />
Los buenos sentimientos de él y los malos de ella se rendían al amor, y<br />
este amor tendría que unirlos. Él iría a Londres en cuanto dejara<br />
resuelto algún asunto relativo a Thornton Lacey..., quizá dentro de unos<br />
días. Hablaba de su viaje, le gustaba comentarlo; y una vez se reuniera<br />
con ella... Fanny no podía dudar del resto. La aceptación por parte de<br />
Mary era tan segura como la declaración de Edmund; y, no obstante,<br />
prevalecían en aquélla unos principios deplorables que hacían el<br />
proyecto penosísimo para Fanny, independientemente (ella creía que<br />
independientemente) de sus propios sentimientos.<br />
En la misma conversación sostenida últimamente entre ambas, miss<br />
Crawford, a pesar de ciertas demostraciones de ternura y de su mucha<br />
amabilidad personal, siguió siendo miss Crawford, siguió mostrando una<br />
mente extraviada, y aturdida, y sin sospechar en absoluto que fuese así;<br />
ofuscada, y figurándose que irradiaba luz. Podía amar a Edmund, pero<br />
no le merecía por ningún otro sentimiento. Fanny apenas creía que<br />
pudiera unirles un segundo sentimiento afin; y los sabios más<br />
experimentados la perdonarían por considerar la posibilidad de un<br />
futuro mejoramiento de miss Crawford como una esperanza casi inútil,<br />
por creer que si la influencia de Edmund, en aquella época de<br />
enamoramiento, de tan poco había servido para desembrollar su juicio y<br />
centrar sus ideas, acabaría él por rendirse y agotar toda su valía al lado<br />
de aquella esposa, en unos años de matrimonio.<br />
La experiencia hubiese previsto algo mejor para cualquier pareja de las<br />
mismas circunstancias, y la imparcialidad no hubiera negado en miss<br />
Crawford la participación de esa naturaleza común a todas las mujeres<br />
que habría de llevarla a adoptar, como propias, las opiniones del hombre<br />
que ella quería y respetaba. Pero como aquélla era la convicción de<br />
Fanny, mucho sufría por tal motivo y nunca podía hablar sin pena de<br />
miss Crawford.<br />
Sir Thomas, entretanto, seguía con sus esperanzas y sus<br />
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