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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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madre, y ahora sentía un placer particular al volverlo a ver. A los dos<br />
besó muy tiernamente, pero a Tom quería retenerlo junto a ella para<br />
reconstruir las facciones del bebé amado y para hablarle de su<br />
preferencia infantil por ella. Sin embargo, Tom no estaba dispuesto a<br />
soportar tal tratamiento. Llegaba a casa, no para estar quietecito y<br />
prestarse a que le hablaran, sino para correr y hacer ruido; pronto se<br />
soltaron de Fanny los dos muchachos y se pusieron a jugar en la entrada<br />
de la salita, dando portazos hasta que a ella le dolió la cabeza.<br />
Ahora había visto ya a todos los que habitaban la casa. Quedaban aún<br />
dos hermanos entre ella y Susan, uno de los cuales era escribiente de<br />
una oficina pública en Londres y el otro guardiamarina a bordo de un<br />
buque que hacía el comercio con la India. Pero si bien había visto a todos<br />
los miembros de la familia, aún no había oído todo el ruido que eran<br />
capaces de hacer. En el transcurso de otro cuarto de hora pudo escuchar<br />
bastantes más. William no tardó en llamar a su madre y a Rebecca desde<br />
el descansillo del segundo piso. Estaba apurado porque no encontraba<br />
algo que había dejado allí. Se había extraviado una llave, Betsey fue<br />
acusada de haber cogido su sombrero nuevo, y se habían olvidado por<br />
completo de la ligera, pero esencial, reforma que le habían prometido<br />
hacer en el corpiño de su uniforme.<br />
La señora Price, Rebecca, Betsey... todas subieron para defenderse,<br />
hablando todas a la vez, pero Rebecca más alto que ninguna; y la cosa<br />
hubo de arreglarse, lo mejor posible, con toda precipitación, mientras<br />
William trataba en vano de mandar abajo de nuevo a Betsey o de<br />
impedir, al menos que estorbase donde estaba. Todo esto, como estaban<br />
abiertas casi todas las puertas de la casa, se oía muy bien desde la<br />
salita, excepto cuando lo sofocaba, a intervalos, el ruido más fuerte que<br />
hacían Sam, Tom y Charles persiguiéndose arriba y abajo por las<br />
escaleras, revolcándose y soltando gritos.<br />
Fanny estaba aturdida. Lo reducido de la casa y el poco grueso de las<br />
paredes le acercaban tanto el ruido que, añadido a la fatiga del viaje y a<br />
sus recientes impresiones, se le hacía poco menos que insoportable.<br />
Dentro de la salita, sin embargo, había aún bastante tranquilidad, pues<br />
habiendo desaparecido Susan con los demás, sólo quedaron allí Fanny y<br />
su padre; y éste sacó el periódico, préstamo habitual de un vecino, para<br />
enfrascarse en su lectura sin acordarse, al parecer, que ella existiera.<br />
Sostenía la única vela disponible entre él y el periódico, prescindiendo en<br />
absoluto de que ella pudiera necesitar alguna luz; pero Fanny no tenía<br />
nada que hacer y se alegraba de tener aquella pantalla ante su dolorida<br />
cabeza, mientras permanecía allí sentada, triste y dolorida, en<br />
angustiosa contemplación.<br />
Ya estaba en su casa. Pero, ¡ay!, no era aquel el hogar, no era aquella la<br />
acogida que... Se reprimió; no era razonable... ¿Qué derecho tenía a<br />
representar algo importante para su familia? Ninguno..., ¡hacía tanto<br />
tiempo que se había alejado! Los asuntos de William eran lo primero;<br />
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