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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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siempre había sido así, y ella le reconocía todos los derechos. Sin<br />

embargo... ¡haberle dicho o preguntado tan poco acerca de ella! ¡No<br />

hacerle siquiera una pregunta interesándose por <strong>Mansfield</strong>! Le daba<br />

pena que se olvidaran de <strong>Mansfield</strong>; de los amigos que tanto habían<br />

hecho... ¡de sus caros, carísimos amigos! Pero allí, un solo tema lo<br />

absorbía todo. Acaso debía ser así. El destino del «Thrush» tal vez<br />

justificaba ahora un interés preeminente. En un par de días se vería la<br />

diferencia. A la corbeta debía echarse la culpa. No obstante, pensó que<br />

en <strong>Mansfield</strong> no hubiera sido así. No; en casa de tu tío se hubiera tenido<br />

en consideración el momento y el tiempo oportunos, se hubiera<br />

mantenido el tema dentro de sus justos límites, con una moderación,<br />

una propiedad y una atención para cada cual, al revés de lo que allí<br />

ocurría.<br />

La única interrupción que sufrieron esos pensamientos en el curso de<br />

casi media hora, se debió a un súbito estallido de su padre, no muy a<br />

propósito para sosegarlos. Al alcanzar los gritos y porrazos en el pasillo<br />

una intensidad más extremada que de ordinario, exclamó:<br />

––¡El diablo se lleve a esos perrillos! ¡Qué manera de cantar! ¡Hay que<br />

ver, y Sam grita más que todos juntos! Este muchacho tiene condiciones<br />

para contramaestre. ¡Eh... a ver, tú... Sam! Para este silbato si no quieres<br />

que vaya por ti.<br />

Esta amenaza fue tan palpablemente despreciada que, si bien antes de<br />

que transcurrieran cinco minutos los tres muchachos irrumpieron juntos<br />

en la salita y se sentaron, Fanny sólo pudo atribuirlo a que por el<br />

momento estaban en extremo cansados, como parecían indicar sus<br />

rostros encendidos y jadeantes respiraciones; especialmente teniendo en<br />

cuenta que todavía se coceaban unos a otros en las espinillas, para<br />

lanzar inmediatamente súbitos chillidos en las barbas de su mismo<br />

padre.<br />

Cuando de nuevo se abrió la puerta fue para algo más grato: para dar<br />

paso al servicio de té, que Fanny había empezado casi a desconfiar que<br />

apareciese aquella noche. Susan, ayudada de una sirvienta, cuyo<br />

aspecto ínfimo hizo comprender a Fanny, con gran sorpresa, que la que<br />

antes había visto era la sirvienta principal, entró todo lo necesario para<br />

el refrigerio. Al tiempo que ponía la olla en la lumbre, Susan miraba a su<br />

hermana, como indecisa entre la satisfacción triunfante de mostrar su<br />

actividad y utilidad y el temor de que considerase que se rebajaba con el<br />

desempeño de semejantes oficios. Dijo que había estado en la cocina<br />

para dar prisas a Sally y ayudarla a preparar las tostadas y extender la<br />

mantequilla sobre el pan, pues de lo contrario no sabía cuando hubiesen<br />

tomado el té, y ella estaba segura de que su hermana necesitaría tomar<br />

algo después del viaje.<br />

Fanny quedó muy agradecida. No pudo menos de confesar que tomaría<br />

muy a gusto un poco de té, y Susan se puso a prepararlo<br />

inmediatamente, como complacida de disponerlo todo ella sola; y con<br />

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