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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

247<br />

––¿De veras, lo cree usted? ––replicó él con presteza––. No, no; eso no<br />

será nunca. Está usted completamente equivocada. ¡Nada de teatro en<br />

Everingham! ¡Oh, no!<br />

Y miró a Fanny con expresiva sonrisa, que evidentemente quería<br />

significar: «Esa dama nunca admitiría un teatro en Everingham».<br />

Edmund lo vio todo, y vio a Fanny tan determinada a no verlo, como<br />

para darse perfecta cuenta de que lo dicho por Henry bastaba para que<br />

ella entendiera el exacto sentido de la protesta; y aquella rápida<br />

percepción de la galantería, aquella inmediata comprensión de lo<br />

insinuado, le pareció algo más bien favorable que negativo.<br />

La conversación se prolongó sobre el tema de la lectura en voz alta. Los<br />

dos jóvenes eran los únicos que hablaban, de pie, junto a la chimenea,<br />

comentando la comente, demasiado comente, falta de preparación; el<br />

total descuido de este aspecto en los sistemas ordinarios de enseñanza<br />

en las escuelas para niños; el consiguientemente natural (aunque en<br />

algunos casos casi innatural) grado de ignorancia y torpeza en ciertos<br />

hombres, hasta en hombres sensibles e instruidos, al verse de pronto en<br />

la precisión de leer en voz alta, como había ocurrido en varios casos que<br />

les eran conocidos; citando ejemplos de dislates y omisiones, analizando<br />

las causas secundarias, la falta de educación de la voz, de justeza en la<br />

entonación y la modulación, de sutileza y discernimiento... debido todo a<br />

la causa principal: la falta, desde un principio, de estudio y hábito. Y<br />

Fanny escuchaba de nuevo con gran interés.<br />

––Hasta en mi carrera ––dijo Edmund, sonriendo–– ¡qué poco se estudia<br />

el arte de leer! ¡Qué pocas veces se consigue un estilo claro y una buena<br />

dicción! No obstante, más he de referirme al pasado que al presente.<br />

Ahora existe un amplio espíritu de superación; pero entre los que se<br />

ordenaron hace veinte, treinta o cuarenta años, en su mayoría, a juzgar<br />

por sus demostraciones, debían creer que leer era leer y predicar era<br />

predicar. Ahora es distinto. Existe un criterio más justo sobre la<br />

cuestión. Se considera que la claridad y la energía pueden pesar en la<br />

predicación de las verdades más sólidas; además, se ha generalizado el<br />

espíritu de observación y el buen gusto, existe un juicio crítico más<br />

difundido que antaño; en cada congregación ha aumentado la proporción<br />

de los que entienden un poco en la materia y están en condiciones de<br />

juzgar y criticar.<br />

Edmund ya había practicado una vez el servicio religioso desde su<br />

ordenación; y al quedar esto de manifiesto, le dirigió Crawford una serie<br />

de preguntas relativas a sus impresiones y a su éxito; preguntas hechas,<br />

si bien con la viveza de un amistoso interés y una pronta curiosidad, sin<br />

rasgo alguno de aquel espíritu zumbón o tono de liviandad que Edmund<br />

sabía lo ofensivo que era para Fanny, de modo que las contestó con<br />

sumo placer; y cuando Crawford consultó su opinión y dio la propia<br />

acerca del modo más adecuado de recitar ciertos pasajes del oficio,<br />

demostrando haber pensado antes en aquella cuestión, y haberlo hecho<br />

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