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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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actores de una vez.<br />
––Mejor será que esperes a que hayamos colocado el telón ––aconsejó<br />
tía Norris––. Dentro de un par de días quedará colocado... Tiene muy<br />
poco sentido una obra representada sin telón. Y mucho tengo que<br />
engañarme para que no lo encuentres bellamente rematado con festones.<br />
Al parecer, lady Bertram estaba muy resignada a esperar. Fanny no<br />
podía compartir la paciencia de su tía: pensaba demasiado en lo que se<br />
preparaba para el día siguiente. Pues, si se ensayaban los tres actor,<br />
Edmund y miss Crawford actuarían juntos por primera vez. El tercer<br />
acto contenía una escena que tenía para ella un especial interés, escena<br />
que ella deseaba y temía ver cómo sería interpretada por los dos. No<br />
había en la misma más tema que el amor: el caballero tenía que definir<br />
en qué consiste un casamiento por amor, y la dama tenía que hacerle<br />
poco menos que una declaración de amor.<br />
Fanny había leído la escena una y otra vez con muy amargas, muy<br />
encontradas emociones, y esperaba el momento de verla representada<br />
casi como algo excesivamente interesante. Ella no creía que la hubiesen<br />
ensayado ya, aunque fuese en privado.<br />
Llegó el día siguiente, el plan para la noche seguía en pie y, al<br />
considerarlo, no disminuía la inquietud de Fanny. Estuvo trabajando<br />
muy diligentemente bajo las orientaciones de su tía, pero su diligencia y<br />
su silencio ocultaban la ausencia y ansiedad de su ánimo. Y hacia<br />
mediodía se refugió con su labor en su cuarto del este, a fin de eludir<br />
todo compromiso relacionado con otro ensayo más, que ella juzgaba<br />
totalmente innecesario y que Henry acababa de proponer, de las escenas<br />
del primer acto con María Bertram, deseosa a un tiempo de disponer de<br />
algunos momentos para sí y de ahorrarse la visión del infeliz Mr.<br />
Rushworth. Al atravesar el vestíbulo vio que Mary y su hermana se<br />
aproximaban procedentes de la rectoría, lo que no alteró sus deseos de<br />
retirarse a su querido refugio; y en su cuarto del este llevaba meditando<br />
y trabajando alrededor de un cuarto de hora, sin ser molestada, cuando<br />
vino a interrumpirla un ligero golpecito a la puerta, seguido de la entrada<br />
de miss Crawford.<br />
––¿He acertado? Sí; éste es el cuarto del este. Mi querida miss Price, le<br />
ruego que me perdone, pero acudo a usted expresamente para suplicarle<br />
su ayuda.<br />
Fanny, en extremo sorprendida, procuró acreditarse como dueña del<br />
aposento a través de las obligadas cortesías, y dirigió su mirada a la<br />
reluciente parrilla de su chimenea desprovista de brasas, con expresión<br />
de pesar.<br />
––Gracias... no siento frío, nada de frío. Permita que me quede aquí<br />
unos momentos y tenga la bondad de escucharme las intervenciones que<br />
tengo en el tercer acto. He traído mi libro, y si usted quisiera prestarse a<br />
ensayar conmigo le quedaría tan agradecida... Hoy vine aquí con el<br />
propósito de ensayarlo con Edmund... sólo los dos... a última hora de la<br />
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