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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Rushworth, fueron recorriendo gran número de habitaciones, todas altas<br />
de techo, muchas de ellas amplias, profusamente amuebladas al gusto<br />
de cincuenta años atrás, dotadas de relucientes pavimentos, sólida<br />
caoba, ricos damascos, mármoles, tallas y dorados, todo muy bonito<br />
dentro de su estilo. Cuadros los había en abundancia, y algunos de ellos<br />
buenos, pero la mayoría eran retratos de familia que no interesaban más<br />
que a la propia señora Rushworth, la cual se había tomado el mucho<br />
trabajo de aprenderse cuanto el ama de llaves pudo enseñarle, y estaba<br />
ahora casi tan bien preparada como ésta para mostrar la casa. En la<br />
presente ocasión se dirigió principalmente a miss Crawford y a Fanny,<br />
aunque no podía compararse la atención que ponían la una y la otra;<br />
pues miss Crawford, que había visto docenas de grandes casas sin<br />
interesarse por el contenido de ninguna de ellas, daba la impresión de<br />
que se limitaba a escuchar por cortesía, mientras que Fanny, para la<br />
cual era todo tan interesante como nuevo, atendía con buena fe<br />
desprovista de toda afectación a cuanto la señora Rushworth pudo<br />
relatar de la familia en épocas pretéritas: su origen y grandeza, las visitas<br />
regias, los méritos de lealtad..., y se deleitaba al relacionarlo con hechos<br />
históricos que ya le eran conocidos, o animando su imaginación con<br />
escenas del pasado.<br />
La ubicación de la casa excluía la posibilidad de grandes perspectivas<br />
desde cualquiera de las habitaciones; y, mientras Fanny y algunos más<br />
acompañaban a la señora Rushworth, Henry Crawford fruncía el ceño y<br />
meneaba la cabeza al mirar por las ventanas. Todas las habitaciones de<br />
la fachada oeste daban a una verde extensión de césped limitada por el<br />
comienzo de la avenida, que desde allí podía divisarse en su parte<br />
inmediata a la alta verja de hierro.<br />
Cuando hubieron recorrido muchas más habitaciones, de las que cabía<br />
suponer que no tenían otra utilidad que la de contribuir al impuesto de<br />
ventanas y dar trabajo a las criadas, dijo la señora Rushworth:<br />
––Ahora nos dirigimos a la capilla, en la que, propiamente, deberíamos<br />
entrar por arriba para verla desde un punto dominante; pero como<br />
estamos en confianza los guiaré por aquí, si me lo permiten.<br />
Entraron. La imaginación de Fanny había previsto algo más grandioso<br />
que una simple sala espaciosa, rectangular, sin que al adaptarla a los<br />
fines de la devoción se la hubiera provisto de algo más impresionante o<br />
más solemne que la profusión de caoba y almohadillas de terciopelo<br />
carmesí en la galería superior, destinada a la familia.<br />
––Estoy decepcionada ––dijo, hablando a Edmund en voz baja––. Esto<br />
no se compagina con la idea que yo tengo formada de una capilla. No<br />
tiene nada de imponente, de grandioso, nada que invite al recogimiento.<br />
Aquí no hay naves, ni arcos, ni inscripciones, ni estandartes... No hay<br />
estandartes, primo mío, que tremolen en la noche al soplo de un aliento<br />
celestial, ni indicios de que un monarca escocés duerma debajo.<br />
––Olvidas, Fanny, lo reciente de esta construcción y lo limitado de su<br />
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