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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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encontró casi en la puerta, y como ella no estuviera en modo alguno<br />
dispuesta a molestarse en vano, acabó de salir después de recibirle<br />
cortésmente, pronunciar una breve frase relativa a que la esperaban y<br />
ordenar un «pasen aviso a sir Thomas», a un sirviente.<br />
Henry se alegró muchísimo de que se fuera, se inclinó y esperó a que<br />
hubiera desaparecido; a continuación, sin perder un momento, se volvió<br />
hacia Fanny y, sacando unas cartas, dijo con alegre expresión:<br />
––No tengo más remedio que quedarle eternamente agradecido a quien<br />
sea que me brinde tal oportunidad de verla a usted a solas. Lo deseaba<br />
más de lo que puede usted llegar a imaginar. Sabiendo, como yo sé,<br />
cuáles son sus sentimientos de hermana, apenas hubiese podido tolerar<br />
que nadie más en la casa compartiese con usted el primer conocimiento<br />
de las noticias que le traigo. Es un hecho. Su hermano es ya teniente. Me<br />
cabe la inmensa satisfacción de felicitarla por el ascenso de su hermano.<br />
Aquí están las cartas que lo anuncian, llegadas hace un momento. Acaso<br />
le guste a usted leerlas.<br />
Fanny quedó sin habla, pero a él no le hacía falta que hablase. Ver la<br />
expresión de sus ojos, la trasmutación de su semblante, su creciente<br />
emoción, su mezcla de perplejidad, confusión y dicha, era suficiente. Ella<br />
tomó las cartas que él le ofrecía. La primera era del almirante,<br />
informando en pocas palabras a su sobrino de que había logrado su<br />
objetivo: el ascenso del joven Price; e incluyendo otras dos cartas, una<br />
del secretario del Primer Lord a un amigo, a quien el almirante había<br />
encargado la gestión del asunto, y la otra, de dicho amigo para él, donde<br />
quedaba de manifiesto que el Primer Lord había tenido nada menos que<br />
un gran placer en atender la recomendación de sir Charles; que sir<br />
Charles estaba muy encantado de haber tenido ocasión de demostrar al<br />
almirante Crawford la gran consideración en que le tenía, y que el<br />
cometido desempeñado por Mr. William Price como segundo teniente en<br />
la corbeta de Su Majestad «Thrush» había llenado de satisfacción a un<br />
extenso círculo de gente importante.<br />
Mientras sus manos temblaban al sostener estas cartas, corrían sus<br />
ojos de una a la otra y se henchía su alma de emoción, Crawford<br />
prosiguió así, para expresar su interés por el acontecimiento con sincero<br />
entusiasmo:<br />
––No voy a hablarle de mi propia dicha, aun siendo tan grande, porque<br />
sólo pienso en la que usted debe sentir. En comparación con usted,<br />
¿quién tiene derecho a sentirse feliz? Casi he llegado a reprocharme la<br />
prioridad en conocer lo que hubiera debido saber usted antes que nadie.<br />
Sin embargo, no he perdido un momento. Esta mañana llegó tarde el<br />
correo; pero después no ha existido otro momento de retraso. No<br />
intentaré describirle lo impaciente, lo ansioso, lo frenético que me tuvo<br />
este asunto... ¡la tremenda mortificación, el cruel desencanto que sufrí al<br />
no poder dejarlo resuelto durante mi estancia en Londres! Allí aguardé<br />
día tras día con la esperanza de conseguirlo, pues nada más querido que<br />
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