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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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hermanas y Henry Crawford una tragedia, y que nada en el mundo podía<br />
ser más fácil que dar con una obra que complaciera a todos, lo de llevar<br />
a cabo el plan parecía algo tan decidido, que Edmund empezó a<br />
inquietarse de veras. Estaba resuelto a evitarlo, en tanto le fuese posible;<br />
a pesar de que su madre, que igualmente escuchó la conversación<br />
sostenida en tomo a la mesa, no evidenció el menor síntoma de desaprobación.<br />
Aquella misma tarde se le ofreció la oportunidad de poner a prueba sus<br />
fuerzas. María, Julia, Henry Crawford y Mr. Yates se hallaban en el salón<br />
de billar. Tom los dejó para volver a la sala donde estaba Edmund<br />
pensativo, de pie junto a la chimenea, y también lady Bertram sentada<br />
en un sofá a corta distancia, con Fanny a su lado preparándole la labor.<br />
Aquél entró diciendo:<br />
––¡Otra mesa de billar como la nuestra no se podría encontrar, creo yo,<br />
sobre la faz del mundo! No puedo resistirla más, y creo que nada podrá<br />
tentarme a volver jamás a ella. Pero algo bueno acaban de descubrir: es<br />
la sala ideal para teatro, la que reúne precisamente las condiciones de<br />
forma y profundidades requeridas; y como las puertas del fondo pueden<br />
transformarse en una sola, lo que puede conseguirse en cinco minutos,<br />
simplemente corriendo la librería del despacho de nuestro padre,<br />
tenemos exactamente lo mejor que se nos hubiese podido ocurrir de<br />
haber permanecido horas y más horas sentados y meditando sobre el<br />
caso. Y el despacho de papá será un excelente escenario. Parece unido al<br />
salón de billar a propósito.<br />
––No será en serio que hablas de la representación, ¿verdad? ––dijo Edmund<br />
en voz baja, al aproximarse su hermano a la chimenea.<br />
––¡Que no hablo en serio! Tan en serio como cuando más, te lo aseguro.<br />
¿Qué hay en ello que pueda sorprenderte?<br />
––Considero que estaría muy mal. Desde un punto de vista general, las<br />
funciones de teatro casero dan motivo a algunos reparos; pero, teniendo<br />
en cuenta nuestras particulares circunstancias, seria altamente<br />
imprudente, y más que imprudente, intentar algo parecido. Pondría de<br />
manifiesto una total falta de sentimiento por la ausencia de nuestro<br />
padre, que hasta cierto punto se encuentra en constante peligro; y sería<br />
imprudente, me parece a mí, con respecto a María, cuya situación es no<br />
poco delicada... en extremo delicada, si bien se considera todo.<br />
––¡Hay que ver si lo tomas en serio! Como si nos propusiéramos actuar<br />
tres veces por semana hasta el regreso de mi padre, e invitar a toda la<br />
comarca. Pero no se trata de una exhibición de esta clase. No<br />
pretendemos otra cosa que divertimos un poco entre nosotros,<br />
justamente para dar variedad a la monotonía del escenario doméstico y<br />
ejercitar nuestras facultades en algo nuevo. No precisamos de público, ni<br />
de publicidad. Creo que puede confiarse en nosotros en cuanto a la<br />
elección de una obra perfectamente intachable. Y no concibo que pueda<br />
haber más daño o peligro en conversar empleando el elegante lenguaje de<br />
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