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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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finalidad, en comparación con las viejas capillas de castillos y<br />
monasterios. Ésta se hizo tan sólo para uso particular de la familia.<br />
Supongo que los grandes personajes estarán enterrados en la iglesia<br />
parroquial. Allí es donde puedes buscar estandartes y ambientación.<br />
––He sido tonta al no pensar todo eso; pero me ha desilusionado.<br />
La señora Rushworth empezó su relato:<br />
––Esta capilla se arregló tal como ustedes la ven ahora, en tiempos de<br />
Jacobo II. Antes de esta época los bancos eran, según tengo entendido,<br />
simples tablones de madera; y hay algunos motivos para creer que los<br />
paramentos y almohadillas del púlpito y de los reclinatorios de la familia<br />
eran sólo de tela morada; pero esto no es del todo seguro. Es una<br />
hermosa capilla, de la que antes se hacía uso mañana y tarde. Siempre<br />
leía en ella los rezos el capellán de la casa, como muchos recuerdan. Pero<br />
el último Mr. Rushworth suprimió la costumbre.<br />
––Cada generación tiene sus mejoras ––dijo Mary, con una sonrisa, a<br />
Edmund.<br />
La señora Rushworth se había alejado para recitar su lección a Mr.<br />
Crawford; y Edmund, Fanny y Mary quedaron en un grupo aparte.<br />
––Es una lástima ––consideró Fanny–– que la costumbre se haya<br />
interrumpido. Era un aspecto muy estimable de los tiempos pasados. En<br />
una capilla con su capellán hay algo que está muy de acuerdo con una<br />
gran casa, según la idea que una se ha formado de lo que una gran casa<br />
debe ser. ¡Qué bonito ver a toda una familia que se reúne regularmente<br />
para rezar!<br />
––¡Muy bonito, ya lo creo! ––exclamó miss Crawford, riendo––. Debe<br />
hacer un gran bien a los cabezas de familia eso de obligar a las pobres<br />
criadas y a los lacayos a que dejen su trabajo o su recreo para venir aquí,<br />
a rezar, dos veces al día, mientras ellos mismas inventan excusas para<br />
escabullirse.<br />
––Fanny apenas puede concebir así una reunión de familia ––observó<br />
Edmund––. Si el señor y la señora de la casa no asisten, la costumbre<br />
reportará más daños que beneficios.<br />
––De todos modos, es preferible dejar que la gente proceda de acuerdo<br />
con su conciencia en estas cuestiones. A cada cual le gusta seguir su<br />
camino... escoger la hora y el modo de practicar la religión. La obligación<br />
de asistir, la ceremonia, la coerción, la duración... todo eso resulta algo<br />
espantoso que a nadie gusta. Y si las buenas gentes que solían<br />
arrodillarse y bostezar en esa galería hubiesen llegado a prever que<br />
vendrían tiempos en que hombres y mujeres podrían permanecer otros<br />
diez minutos en la cama a la hora de levantarse, cuando despertasen con<br />
dolor de cabeza, sin temor a verse reprobados por haber faltado a la<br />
capilla, hubieran saltado de gozo y de envidia. ¿No os imagináis lo muy<br />
contrariadas que las bellas, antiguas moradoras de la casa de<br />
Rushworth, acudirían más de una vez a esta capilla? ¿A las jóvenes<br />
damitas, Leonoras o Brígidas, muy tiesas y envaradas para fingir piedad,<br />
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