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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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consideraba particularmente libre de terquedades, engreimientos y de<br />

toda propensión a ese espíritu de independencia tan preponderante en<br />

estos tiempos modernos, hasta entre las jóvenes, y que en las jóvenes<br />

resulta más ofensivo y desagradable que cualquier ofensa vulgar. Pero<br />

ahora me has demostrado que puedes ser voluntariosa y egoísta, que<br />

puedes y quieres decidir por tu cuenta, sin la menor consideración o<br />

deferencia hacia aquellos que tienen ciertamente algún derecho a<br />

guiarte... sin pedirles siquiera consejo. Te has mostrado muy distinta de<br />

lo que yo había imaginado. Las ventajas o desventajas para tu familia...<br />

para tus padres, para tus hermanos y hermanas, parece que ni por un<br />

momento te has detenido a considerarlas en esta ocasión. Lo mucho que<br />

ellos podrían beneficiarse, lo mucho que ellos habrían de alegrarse de<br />

semejante colocación, nada significa para ti. Piensas sólo en ti misma; y<br />

sólo porque no sientes exactamente por míster Crawford lo que una<br />

imaginación joven, exaltada, se figura que es indispensable para ser feliz,<br />

decides rechazarlo en el acto, sin pedirte siquiera un poco de tiempo para<br />

considerarlo... sin dejar un poco más de margen a la fría reflexión, a un<br />

concienzudo examen de tus verdaderas inclinaciones... y, en un<br />

inconcebible arrebato de insensatez, estás desechando una oportunidad<br />

de casarte con un partido deseable, honroso, digno, como acaso nunca<br />

más se te vuelva a ofrecer. Aquí tienes a un hombre joven de buen<br />

sentido, con temperamento, carácter, modales y fortuna, que te quiere de<br />

sobra y que pretende tu mano del modo más noble y desinteresado; y<br />

deja que te diga, Fanny, que acaso vivas otros dieciocho años sin que te<br />

pretenda otro hombre con la mitad del patrimonio de Mr. Crawford ni<br />

con la décima parte de sus cualidades. Contento le hubiera yo cedido<br />

cualquiera de mis propias hijas. María se casó dignamente; pero si Mr.<br />

Crawford me hubiera pedido la mano de Julia, se la hubiera concedido<br />

con mayor y más profunda satisfacción de la que me ocupo al conceder<br />

la de María a Mr. Rushworth ––después de una breve pausa añadió––: Y<br />

me hubiera sorprendido muchísimo que alguna de mis hijas, al recibir<br />

una proposición de casamiento, en cualquier ocasión, y aun siendo sólo<br />

la mitad de deseable que ésta, se hubiera opuesto de un modo inmediato<br />

y perentorio, y sin tener la delicadeza de consultar mi opinión o mi<br />

criterio, con una rotunda negativa. Me hubiera sorprendido y me hubiera<br />

lastimado mucho tal proceder. Lo hubiera considerado una grosera<br />

violación del respeto y del deber. A ti no hay que aplicarte la misma<br />

regla. Tú no me debes la sumisión de una hija. Pero, Fanny, si en tu<br />

corazón puede caber la ingratitud...<br />

Se interrumpió. Fanny sollozaba en aquellos momentos tan<br />

amargamente que, a pesar de lo irritado que él estaba, no quiso insistir<br />

más sobre aquel punto. Ella sentía que se le destrozaba el corazón con<br />

aquella descripción del concepto que merecía a su tío... ¡con aquellas<br />

acusaciones, tan duras, tan múltiples, alzándose en tan espantosa<br />

progresión! Voluntariosa, obstinada, egoísta... y desagradecida. Todo eso<br />

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