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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

89<br />

CAPÍTULO XIII<br />

El ilustre John Yates, ese nuevo amigo de quien hemos hablado, no<br />

poseía más virtudes que las de vestir a la moda y gastar, y la de ser el<br />

hijo menor de un lord de mediana posición; y sir Thomas seguramente<br />

no hubiese considerado nada deseable su introducción en <strong>Mansfield</strong>.<br />

Tom lo había conocido en Weymouth, donde habían pasado juntos diez<br />

días con el mismo grupo; y su amistad, si amistad podía llamarse, quedó<br />

demostrada y ratificada, al ser invitado Mr. Yates a dejarse caer por<br />

<strong>Mansfield</strong> y al prometer éste que así lo haría. Y así lo hizo antes de lo que<br />

se esperaba, a consecuencia de la súbita dispersión de una gran pandilla<br />

reunida para hacer vida alegre en casa de otro amigo, el cual había<br />

tenido que abandonar Weymouth. Llegó Mr. Yates en alas de la<br />

desilusión y con la cabeza llena de arte dramático, pues había sido una<br />

partida de aficionados al teatro; y para la función, en la que él había de<br />

tomar parte, faltaban tan sólo dos días, cuando el súbito fallecimiento de<br />

uno de los más próximos parientes de la familia desbarató el plan y<br />

dispersó a los componentes del cuadro escénico. Tener tan cerca la<br />

felicidad, tan cerca la fama, tan cerca el largo párrafo haciendo el<br />

panegírico de las funciones de aficionados de Ecclesford, sede del muy<br />

honorable lord Ravenshaw, de Cornualles, que hubiera inmortalizado...<br />

por un año al menos, el nombre de todos los participantes; tenerlo tan<br />

cerca, y perderlo todo, constituía un fracaso que dolía en el alma. Y Mr.<br />

Yates no sabía hablar de otra cosa: Ecclesford y su teatro, los<br />

preparativos y los vestuarios, los ensayos y el jolgorio que se hacía en los<br />

mismos, eran su inagotable tema de conversación; y jactarse del pasado,<br />

su único consuelo.<br />

Afortunadamente para él, la afición al teatro es tan generalizada, la<br />

ilusión por actuar tan viva en la juventud, que dificilmente podía fatigar<br />

la atención de sus oyentes. Desde el reparto de los papeles hasta el<br />

epílogo, todo había sido encantador, y pocos eran los que no hubieran<br />

querido ser parte interesada, o los que hubieran dudado en probar su<br />

aptitud. La obra elegida había sido «Promesas de Enamorados», y Mr.<br />

Yates tenía que encarnar el conde Cassel.<br />

––Es un papel insignificante ––decía–– y nada de mi gusto, de modo que<br />

no volvería a aceptarlo otra vez; pero resolví no poner obstáculos. Lord<br />

Ravenshaw y el duque se habían asignado los dos únicos papeles que<br />

vale la pena interpretar antes de que yo llegara a Ecclesford; y, aunque<br />

lord Ravenshaw ofreció cederme el suyo, ya comprenderán ustedes que<br />

me fue imposible aceptarlo. Sentí por él que hubiera medido tan mal sus<br />

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