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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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sabes tú con cuánta oportunidad!<br />
––Querida Fanny, pones demasiado sentimiento en estas cosas. Me<br />
hace muy feliz que te guste la cadenilla y que haya llegado a tiempo para<br />
mañana; pero tu agradecimiento está muy fuera de lugar. Créeme, no<br />
hay para mí en el mundo satisfacción mayor que la de contribuir a la<br />
tuya. Sí, con seguridad puedo afirmar que no existe para mí placer más<br />
completo, más puro, más perfecto.<br />
Ante tales expresiones de afecto, Fanny hubiese podido permanecer<br />
una hora sin añadir una palabra más. Pero Edmund, después de<br />
aguardar un momento, la obligó a que su pensamiento descendiera de su<br />
vuelo por las regiones celestes, diciendo:<br />
––Pero, ¿qué es lo que quieres consultarme?<br />
Se trataba de la gargantilla, que ahora ansiaba devolver a toda costa, y<br />
esperaba que él aprobase su proceder. Le contó la historia de su reciente<br />
visita... y entonces su embeleso hubo de tocar a su fin; porque Edmund<br />
quedó tan impresionado por el relato, tan encantado por lo que Mary<br />
Crawford había hecho, tan complacido por aquella coincidencia de<br />
conducta entre los dos, que Fanny tuvo que reconocer el poder superior,<br />
sobre el espíritu de Edmund, de otro placer, aunque no fuera tan<br />
perfecto. Pasaron algunos minutos antes de que Fanny pudiera centrar<br />
la atención de su primo sobre el plan expuesto, u obtener alguna<br />
respuesta a su demanda de opinión: él estaba sumido en un ensueño de<br />
tiernas reflexiones, y sólo de vez en cuando pronunciaba algunas frases<br />
de encomio; pero cuando despertó y entendió, se opuso con gran decisión<br />
a lo que ella pretendía.<br />
––¡Devolver la gargantilla! No, querida Fanny, de ninguna manera. Esto<br />
la mortificaría cruelmente. Dificilmente puede haber una sensación más<br />
desagradable que la de encontramos en las manos, devuelto, lo que<br />
hemos entregado con una esperanza razonable de contribuir con ello a la<br />
felicidad de un amigo. ¿Por qué privarla de una satisfacción de la que ha<br />
demostrado ser tan merecedora?<br />
––Si fuera un objeto destinado a mí en primer lugar ––dijo Fanny––, no<br />
hubiera pensado en devolverlo; pero tratándose de un regalo de su<br />
hermano, ¿no es justo suponer que ella preferiría no desprenderse, ya<br />
que no lo preciso?<br />
––Ella no ha de suponer que no lo precisas; o, al menos, que no lo<br />
aceptas. Y que en su origen fuera un regalo de su hermano no modifica<br />
en absoluto el estado de las cosas; pues si esto no impidió que ella te lo<br />
ofreciera y tú lo aceptaras, lógicamente no puede ser obstáculo para que<br />
lo conserves en tu poder. Sin duda, es más bonita que la mía y más<br />
apropiada para lucir en un salón de baile.<br />
––No, no es más bonita, en modo alguno, dentro de su estilo; y para lo<br />
que yo la quiero, no resulta ni la mitad de adecuada. La cadenilla jugará<br />
incomparablemente mejor con la cruz de William que la gargantilla.<br />
––Por una noche, Fanny, por una sola noche, si ello representa un<br />
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