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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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lamentaba únicamente por las partes interesadas y por <strong>Mansfield</strong>, si<br />
hasta allí habían de llegar los comentarios; pero esperaba que no fuese<br />
así. Si los Rushworth habían ido a <strong>Mansfield</strong>, según podía inferirse de lo<br />
que Mary decía, no era fácil que les hubiera precedido nada desagradable<br />
o, al menos, que pudiera causar alguna impresión.<br />
En cuanto a Mr. Crawford, Fanny esperaba que el caso serviría para<br />
que él mismo se diera cuenta de sus disposiciones, para convencerle de<br />
que era incapaz de mantener un efecto constante por ninguna mujer del<br />
mundo, y avergonzarle de su insistencia en pretenderla a ella.<br />
Era muy extraño. Fanny había empezado a creer que él la quería,<br />
realmente, y hasta a imaginar que con un afecto algo mayor que lo<br />
comente; y Mary, su hermana, aun insistía en que a él no le importaba<br />
ninguna otra mujer. Sin embargo, debió de haber una marcada<br />
exhibición de atenciones dedicadas a María Rushworth, debió cometer<br />
alguna tremenda indiscreción, pues Mary no era de las que pudieran dar<br />
importancia a una indiscreción venial.<br />
Muy inquieta quedó Fanny; y así tendría que continuar hasta que Mary<br />
le escribiese otra vez. Le resultaba imposible borrar la carta de su<br />
pensamiento, y no podía desahogarse hablando de ella a ningún ser<br />
humano. No hacía falta que miss Crawford le recomendara el secreto con<br />
tanta insistencia; debió confiar en su buen sentido respecto del<br />
miramiento que había de tener con su prima.<br />
Llegó el siguiente día, sin que llegara una segunda carta. Fanny quedó<br />
defraudada. Durante toda la mañana apenas si pudo pensar en otra<br />
cosa; pero cuando por la tarde volvió su padre con el periódico, como de<br />
costumbre, estaba tan lejos de esperar que le fuera posible elucidar algo<br />
por aquel conducto que, por un momento, llegó incluso a olvidarse del<br />
asunto.<br />
Estaba sumida en otras cavilaciones. El recuerdo de su primera tarde<br />
en aquella habitación, de su padre con el periódico, se adueñó de su<br />
mente. No se precisaba ahora bujía alguna. El sol estaba todavía a una<br />
hora y media sobre el horizonte. Diose cuenta de que había pasado,<br />
realmente, tres meses allí. Y los rayos del sol, que entraban de lleno en la<br />
habitación, en vez de alegrarla, aumentaban aún su melancolía; pues la<br />
luz solar se le aparecía como algo totalmente distinto en la ciudad que en<br />
el campo. Aquí, su poder era tan sólo un resplandor, un resplandor<br />
sofocante y enfermizo, que sólo servía para hacer resaltar las manchas y<br />
las suciedad que de otro modo hubieran pasado inadvertidas. No había<br />
salud ni alegría en el sol de la ciudad. Fanny hallábase envuelta en una<br />
llamarada de opresivo calor, en una nube de polvo movedizo; y su mirada<br />
podía sólo vagar de las paredes, manchadas por la marca que en ellas<br />
había ido dejando la cabeza de su padre, a la mesa, cortada y mellada<br />
por sus hermanos, donde estaba la bandeja del servicio de té, nunca<br />
completamente limpia, las tazas y los platos a medio secar, la leche,<br />
mezcla de grumos flotantes ligeramente azulados, y el pan con<br />
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