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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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principalmente en abrir las puertas. Esto era exactamente lo que sir<br />
Thomas y Edmund se habían propuesto, cada uno por su lado, como se<br />
lo demostraron mutuamente al quedar de manifiesto la vivacidad con<br />
que ambos aconsejaron a tía Norris que permaneciera en donde estaba,<br />
en vez de precipitarse al vestíbulo en cuanto el rumor de la llegada<br />
alcanzara sus oídos.<br />
William y Fanny no tardaron en presentarse; y sir Thomas tuvo el<br />
placer de recibir en su protegido a una persona muy diferente, por cierto,<br />
de la que él había equipado siete años atrás: a un joven de semblante<br />
franco, abierto y de modales naturales, libres de afectación, pero<br />
correctos y respetuosos, de suerte que se honró considerándole amigo.<br />
Pasó algún tiempo antes de que Fanny pudiera sobreponerse a la<br />
desbordante alegría de aquella hora formada por los treinta últimos<br />
minutos de espera y los otros treinta que siguieron de fruición; y hasta<br />
tuvo que pasar algún tiempo para que pudiera decirse que su felicidad la<br />
hacía feliz, para que se desvaneciera la especie de desilusión inevitable<br />
ante el cambio operado por el tiempo en el aspecto fisico y pudiera ver en<br />
él al mismo William de antes, y hablarle como había anhelado su corazón<br />
durante tantos años. Este momento, sin embargo, fue llegando<br />
paulatinamente, empujado por el cariño del muchacho, tan ferviente<br />
como el de ella misma y mucho menos refrenado por una sujeción a los<br />
convencionalismos sociales o por la timidez. Ella era el primer objeto de<br />
su afecto, pero de un afecto que la vehemencia de su temperamento y su<br />
espíritu arrojado hacían que fuera para él tan natural expresarlo como<br />
sentirlo. A la mañana siguiente pasearon juntos con verdadero gozo, y<br />
las mañanas sucesivas renovar un tête––à––tête que sir Thomas no podía<br />
menos de observar complacido, aun antes de que Edmund se lo<br />
señalara.<br />
Exceptuando los momentos de inefable delectación que, durante los<br />
últimos meses, le había proporcionado cualquiera de las marcadas o<br />
imprevistas muestras de consideración de Edmund por ella, jamás había<br />
sentido Fanny tanta felicidad como en esas charlas libres de cortapisas y<br />
temores, de igual a igual con su hermano y amigo que le abría de par en<br />
par su corazón, exponiéndole todas sus esperanzas, proyectos y afanes<br />
respecto de la bendición de ese ascenso tan soñado, tan costosamente<br />
merecido y tan justamente apreciado. No podía darle noticias directas y<br />
minuciosas del padre, la madre, los hermanos y hermanas, de los cuales<br />
tan pocas nuevas le llegaban, pero él se interesaba por todas las ventajas<br />
y todas las pequeñas molestias de su permanencia en <strong>Mansfield</strong>,<br />
mostrándose de acuerdo en considerar a cada uno de los miembros de<br />
aquella familia según la opinión que ella expresaba sobre los mismos, o<br />
difiriendo a lo sumo en un juicio menos escrupuloso y una más decidida<br />
reacción de agravio contra tía Norris; con él, en fin, (y acaso era ésta la<br />
satisfacción más grata de todas ellas) todo lo malo y lo bueno de sus<br />
primeros tiempos podía desandarse otra vez, y todas las penas y alegrías<br />
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