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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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el rostro de él se apreciaba un rictus de disgusto. Henry y María<br />

aparecían más satisfechos, y creyó ver que él ponía especial empeño,<br />

durante la cena, en disipar toda sombra de resentimiento en los otros y<br />

restablecer el buen humor general.<br />

A la cena sucedió inmediatamente el té y el café, pues la perspectiva de<br />

un recorrido de diez millas para volver a casa no permitía desperdiciar el<br />

tiempo. A partir del momento en que se sentaron a la mesa todo fue una<br />

bulliciosa sucesión de naderias, hasta que el coche estuvo a la puerta y<br />

la señora Norris, después de afanarse y obtener del ama de llaves unos<br />

huevos de faisán y un queso de crema y abundar en corteses discursos<br />

de cumplido por las atenciones de la señora Rushworth, estuvo<br />

dispuesta a iniciar la marcha. En aquel momento, Henry se aproximó a<br />

Julia para decirle:<br />

––Espero que no voy a perder a mi compañera, a menos que ella tema<br />

el aire de la tarde en un sitio tan expuesto.<br />

La instancia no estaba prevista, pero fue gratamente acogida, y era de<br />

prever que para Julia la jornada iba a terminar tan bien como había<br />

empezado. María, por su lado, esperaba algo muy distinto, y quedó un<br />

tanto decepcionada; pero su convicción de que, en realidad, era ella la<br />

preferida le bastó para conformarse y la capacitó para acoger como debía<br />

las atenciones de despedida de James Rushworth. Sin duda a él había de<br />

satisfacerle más dejarla en el interior del birlocho que ayudarla a montar<br />

en el pescante, y sus deseos parecieron cumplirse con este arreglo.<br />

––¡Vamos, Fanny, que éste ha sido un magnífico día para ti! ––dijo tía<br />

Norris, mientras atravesaban el parque––. ¡Un completo recreo, desde el<br />

principio hasta el fin! Ya te digo que puedes estar muy agradecida a tía<br />

Bertram y a mí, por haber buscado la manera de que pudieses venir.<br />

¡Nada, que has podido disfrutar un bonito día de constante diversión!<br />

María estaba lo bastante disgustada para decir sin ambages:<br />

––Me parece que usted no lo ha aprovechado del todo mal, tía. Yo diría<br />

que en el regazo lleva un montón de cosas buenas; y entre las dos hay<br />

una cesta con algo que me está torturando el codo sin piedad.<br />

––Querida, no es más que un pequeño y hermoso brezo que el viejo<br />

jardinero, tan amable, se empeñó en que me llevara; pero, si te estorba,<br />

ahora mismo lo pongo en mi regazo. Mira, Fanny, tú podrías llevarme<br />

este paquete. Pon mucho cuidado... no se te vaya a caer; es un queso de<br />

crema, exactamente igual que ése tan excelente que hemos probado en la<br />

comida. No hubo manera de que la Whitaker, la buena ama de llaves, se<br />

resignase a que no me lo llevara. Me resistí todo lo que pude, hasta que<br />

las lágrimas asomaron casi a sus ojos y yo me di cuenta de que el queso<br />

era precisamente de la clase que hace las delicias de mi hermana. ¡Esta<br />

señora Whitaker es un tesoro! Se horrorizó de veras cuando le pregunté<br />

si se les permitía beber vino a los de la segunda mesa, y echó a dos<br />

criadas por llevar vestidos blancos. Cuidado con el queso, Fanny. Así<br />

puedo llevar muy bien el otro paquete y la cesta.<br />

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