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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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nosotros eso de la pronunciación y la declamación, años atrás. Fue como<br />
pisar de nuevo un terreno conocido.<br />
Mr. Yates arrebató el tema a su amigo en cuanto le fue posible, e inmediatamente<br />
dio una referencia a sir Thomas de lo que habían hecho y<br />
estaban haciendo. Le contó el gradual desarrollo de sus proyectos, la feliz<br />
solución de sus primeras dificultades y el prometedor estado actual del<br />
asunto, relatándolo todo con un tan ciego entusiasmo, que le llevaba no<br />
tan sólo a una total inconsciencia de los movimientos de inquietud que<br />
hacían la mayoría de sus amigos en sus respectivos asientos (cambios de<br />
expresión, gestos de impaciencia, carraspeos...), sino que hasta le<br />
impedía ver el semblante que ponía la misma persona a quien se<br />
dirigía... las obscuras cejas fruncidas de sir Thomas, al mirar con<br />
interrogante gravedad a sus hijas y a Edmund, deteniéndose<br />
especialmente en el último, que sentía en el fondo de su alma el<br />
significado, la censura, el reproche que se traslucía en aquella actitud.<br />
Esto no lo acusaba con menor agudeza Fanny, que había corrido atrás<br />
su silla hasta colocarla en ángulo con el extremo del sofá en que se<br />
sentaba su tía y, así medio oculta en segundo término, veía muy bien<br />
todo lo que ocurría. Aquella mirada de reproche que a Edmund dirigió su<br />
padre, era algo que ella nunca hubiera podido sospechar; y saber que, en<br />
cierta parte, era merecida, lo hacía más sensible, en verdad. La mirada<br />
de sir Thomas expresaba claramente: «En tu buen juicio, Edmund, yo<br />
confiaba; ¿cómo hacías eso?». Ella se arrodillaba en espíritu ante su tío,<br />
y su pecho se hinchaba, pugnando por exclamar: «¡Oh, no; a él no!<br />
¡Mirad así a los demás, pero no a él!»<br />
Mr. Yates seguía hablando:<br />
––A decir verdad, sir Thomas, estábamos en pleno ensayo cuando usted<br />
llegó. Íbamos representando los tres actos, y no sin fortuna, en su<br />
conjunto. Nuestra compañía ha quedado ahora tan dispersada, por<br />
haberse marchado a su casa los Crawford, que nada más podremos<br />
hacer esta noche; pero, si usted quiere honramos con su compañía<br />
mañana por la noche, estoy casi seguro de que no vamos a defraudarle<br />
con nuestra actuación; contando con su benevolencia, por supuesto,<br />
pues sólo somos jóvenes aficionados... Desde luego, contando con su<br />
benevolencia.<br />
––Mi benevolencia no habrá de faltar, caballero ––replicó gravemente sir<br />
Thomas––, con tal que no se haga ni un ensayo más.<br />
Y, suavizando su expresión hasta esbozar una sonrisa, agregó:<br />
––He vuelto a mi casa para ser feliz e indulgente.<br />
A continuación, volviéndose a nadie en particular o a todos los demás<br />
en general, dijo sosegadamente:<br />
––En las últimas cartas que recibí de <strong>Mansfield</strong> se mencionaba a Mr. y<br />
miss Crawford. ¿Les consideráis unos amigos recomendables?<br />
Tom era el único, entre todos ellos, capaz de dar una respuesta; y,<br />
como no le guiaba ningún interés determinado con respecto a ninguno<br />
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