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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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recibirme se mostró tan distinta a cuanto yo había esperado, que estuve<br />

casi decidido a marcharme de Londres inmediatamente. No es necesario<br />

que me extienda en detalles. Tú conoces el punto flaco de su carácter y<br />

puedes imaginar los sentimientos y expresiones que fueron mi tortura.<br />

Estaba de muy buen humor y rodeada de aquellos que prestan a su<br />

espíritu, demasiado vivo, el apoyo de su insano juicio. No me gusta la<br />

señora Fraser. Es una mujer insensible, vana, casada nada más que por<br />

conveniencia y, aunque evidentemente infeliz en su matrimonio, no<br />

atribuye el desengaño a falta alguna de buen juicio o de carácter, o a la<br />

desproporción de edad, sino a que, después de todo, es menor su<br />

opulencia que la de algunas de sus amistades, en especial que la de su<br />

hermana, lady Stornaway, y es una partidaria decidida de todo lo<br />

mercenario y ambicioso, con tal que sea algo bastante mercenario y<br />

ambicioso. Considero la intimidad de Mary con esas dos hermanas como<br />

la mayor desgracia de su vida y de la mía. Hace años que la llevan<br />

extraviada. Si fuera posible apartarla de ellas... Y a veces no desespero<br />

de conseguirlo, pues, a lo que parece, son ellas principalmente las que la<br />

tienen en gran aprecio; pero ella, en cambio, estoy seguro de que no las<br />

quiere como te quiere a ti. Cuando pienso en el gran afecto que por ti<br />

siente, y en todo lo que hay de sensato y recto en su conducta como<br />

hermana, me parece una criatura muy diferente, capaz de todo lo noble,<br />

y me siento inclinado a censurarme por mi interpretación demasiado<br />

severa de un carácter juguetón. No puedo dejarla, Fanny. Es la única<br />

mujer del mundo en quien podría pensar con la intención de hacerla mi<br />

esposa. Si no creyera que siente por mí alguna inclinación, no diría yo<br />

esto, desde luego; pero creo que sí la siente. Estoy convencido de que<br />

existe en ella una decidida preferencia. No tengo celos de nadie en<br />

particular. Es de la influencia del mundo elegante, en su conjunto, de lo<br />

que estoy celoso. Son los hábitos de la opulencia lo que temo. Sus ideas<br />

no exceden de lo que su propia fortuna puede garantizar, pero van más<br />

allá de lo que nuestras rentas, unidas, podrían consentir. Uno halla<br />

consuelo, sin embargo, hasta en esto. Podría soportar mejor el perderla<br />

por no ser bastante rico, que por causa de mi profesión. Ello probaría tan<br />

sólo que su afecto no llega al sacrificio, cosa que, en realidad, casi no<br />

tengo derecho a pedirle; y si me rechaza, creo que éste será el auténtico<br />

motivo. Sus prejuicios, estoy seguro, no son tan fuertes como antes. Aquí<br />

estoy vertiendo mis pensamientos a medida que brotan de mi cerebro;<br />

acaso sean a veces contradictorios, pero no por eso serán un reflejo<br />

menos fiel de mi ánimo. Una vez que he empezado, es para mí un placer<br />

contarte todo lo que siento. No la puedo dejar. Con los lazos que ya ahora<br />

nos unen y los que, espero, nos unirán, dejar a Mary Crawford seria<br />

renunciar a la intimidad de algunos de los seres que más quiero en el<br />

mundo, excluirme a mí mismo de las casas y amistades a las que, en<br />

cualquier otro caso de aflicción, acudiría en busca de consuelo. Debo<br />

considerar que la pérdida de Mary implicaría la pérdida de Henry y de<br />

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