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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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mala suerte como yo, que no puedo conseguir una criada medianamente<br />
aceptable?<br />
Este tema pronto apartó su mente de Northamptonshire y la fijó en sus<br />
propias dificultades domésticas; y el carácter imposible de todas las<br />
sirvientas de Portsmouth, entre las cuales creía que las dos que tenía en<br />
casa eran las peores, llenó por completo su conversación. Los Bertram<br />
quedaron todos relegados al olvido, ocupada como estaba en detallar los<br />
defectos de Rebecca, contra quien Susan tuvo también mucho que<br />
declarar, y la pequeña Betsey mucho más, y que parecía tan<br />
absolutamente desprovista de un solo aspecto recomendable, que Fanny<br />
no pudo menos de aventurar, prudentemente, la suposición de que su<br />
madre se proponía despedirla en cuanto cumpliera el año de servicio en<br />
la casa.<br />
––¡El año! ––exclamó la señora Price––. Te aseguro que espero librarme<br />
de ella antes de que cumpla el año, porque no le cae hasta noviembre.<br />
Hay una crisis de sirvientas en Portsmouth, querida, que es un<br />
verdadero milagro pasar más de medio año sin cambiar de chica. Yo ya<br />
no tengo esperanzas de encontrar una definitiva; y si fuera a prescindir<br />
de Rebecca, sólo conseguiría algo peor. Y, sin embargo, no creo ser muy<br />
dificil de contentar; y te aseguro que aquí no tienen una carga nada<br />
pesada, pues siempre hay una muchacha auxiliar y a menudo hago yo<br />
misma la mitad del trabajo.<br />
Fanny permanecía callada, pero no porque estuviera convencida de que<br />
no podía hallarse remedio para alguno de esos males. Mientras<br />
observaba a Betsey, no pudo menos de recordar particularmente a otra<br />
hermana, una muy linda pequeñina, que no era mucho más joven que la<br />
que ahora tenía delante cuando ella marchó a Northamptonshire, y que<br />
había muerto poco años después. Recordaba que tenía un algo<br />
singularmente afable y tierno. Fanny, en aquellos tiempos de su infancia,<br />
la prefería a Susan; y cuando la noticia de su muerte llegó por fin a<br />
<strong>Mansfield</strong>, estuvo muy afligida durante algún tiempo. La presencia de<br />
Betsey trajo de nuevo a su mente la imagen de la pequeña Mary, pero por<br />
nada del mundo hubiese querido apenar a su madre con alguna alusión<br />
a aquel recuerdo. Mientras Fanny la observaba haciéndose estas<br />
consideraciones, Betsey, a corta distancia, sostenía algo en alto para<br />
llamar la atención de su mirada, al tiempo que procuraba ocultarlo a la<br />
de Susan.<br />
––¿Qué tienes ahí, cariño? ––le preguntó Fanny––. Ven aquí,<br />
enséñamelo.<br />
Era un cuchillo de plata. De un brinco se puso Susana en pie,<br />
reclamándolo como suyo y con la intención de quitárselo; pero la<br />
pequeña corrió en busca de protección junto a su madre, y Susan pudo<br />
sólo quejarse, lo que hizo con mucho calor y con la evidente esperanza de<br />
interesar a Fanny en su favor. Dijo que era muy triste que ella no<br />
pudiese tener su cuchillo; porque el cuchillo era suyo; su hermanita<br />
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