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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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para librarse de la intromisión de Charles Maddox como si antes se<br />
húbieran visto forzados a admitirle contra su voluntad. Afirmaron que<br />
«llevarlo a cabo exclusivamente dentro de su círculo familiar era lo que<br />
más habían deseado; un extraño entre ellos hubiera constituido el<br />
fracaso de su diversión». Y cuando Edmund, refiriéndose a este mismo<br />
aspecto de la cuestión, insinuó sus esperanzas con respecto a la<br />
limitación de público, todos se mostraron dispuestos, en la euforia del<br />
momento, a prometer cualquier cosa. Todo era jovialidad y estímulo. Tía<br />
Norris se ofreció para hacerle el traje, Mr. Yates le aseguró que la última<br />
escena de Anhalt con el barón se prestaba a mucha acción y mucho<br />
énfasis y Mr. Rusworth se encargó de contar el número de parlamentos<br />
que tendría a su cargo.<br />
––Tal vez ––dijo Tom–– Fanny estaría más dispuesta a complacemos<br />
ahora. Quizás tú podrías convencerla.<br />
––No, está completamente resuelta. Es seguro que no aceptaría.<br />
––¡Ah!, muy bien.<br />
Y no se dijo más. Pero Fanny se sentía otra vez en peligro, y su<br />
indiferencia ante tal peligro empezaba a flaquear.<br />
¡No suscitó menos sonrisas en la rectoría que en el Parque <strong>Mansfield</strong> el<br />
cambio de actitud de Edmund; miss Crawford estaba sumamente<br />
encantadora con su risueño semblante y acogió la noticia con una<br />
recuperación tan instantánea de su buen humor, que sólo podía<br />
producir un efecto en él: «Es indudable que he procedido con gran<br />
justicia al respetar tales sentimientos», se decía: «estoy satisfecho de mi<br />
decisión». Y la mañana transcurrió entre satisfacciones muy gratas,<br />
aunque no muy sanas. Una ventaja se derivó de todo ello para Fanny:<br />
ante la formal insistencia de Mary, su hermana, la señora Grant, se<br />
avino con su habitual buen humor a encargarse del papel para el que se<br />
había requerido la colaboración de Fanny; y éste fue el único acontecimiento<br />
de la jornada algo satisfactorio para ella. Pero hasta esto, al<br />
serle comunicado por Edmund, hubo de aportar una buena dosis de<br />
amargura a su corazón; pues resultó que era a miss Crawford a quien<br />
debía agradecérselo... que era la amable intervención de miss Crawford lo<br />
que había de promover su gratitud; y de los merecimientos de miss<br />
Crawford por haber puesto su empeño en ello se habló con calor de<br />
admiración. Fanny estaba a salvo. Pero paz y seguridad no se<br />
correspondían en este caso. Nunca más lejos de su espíritu la paz. No<br />
podía acusarse de haber obrado mal, pero sentía inquietud por todo lo<br />
demás. Lo mismo su corazón que su criterio se rebelaban contra la<br />
decisión de Edmund; no podía explicarse su inconsecuencia, y verle feliz<br />
dentro de la misma la hacía sufrir. Su espíritu era un hervidero de celos<br />
y agitación. Miss Crawford compareció con un semblante tan alegre que<br />
parecía un insulto, y permitiéndose unas expresiones tan amistosas al<br />
dirigirse a ella, que a duras penas consiguió dominarse para responder<br />
con calma. Todos cuantos la rodeaban aparecían contentos y atareados,<br />
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