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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Mr. Rushworth se le hacía muy difícil encontrar a alguien que quisiera<br />
ensayar con él: también él expuso su queja a Fanny, lo mismo que los<br />
demás. Y ella veía de un modo tan claro cuanto hacía su prima María<br />
para rehuir a su prometido y la innecesaria frecuencia con que se<br />
ensayaba la primera escena entre ella y Mr. Crawford, que pronto la<br />
invadió el terror de tener que escuchar nuevas quejas de aquél. Lejos de<br />
verles a todos contentos y divertidos, descubrió que cada uno por su lado<br />
deseaba algo que no tenía o daba motivos de disgusto a los demás. Unos<br />
consideraban su papel demasiado corto, otros demasiado largo... nadie<br />
prestaba la debida atención... nadie sabía por dónde había que aparecer,<br />
si por la derecha o por la izquierda... nadie quería seguir un consejo,<br />
como no fuera el mismo que lo daba.<br />
Fanny consideraba que los preparativos de la representación le<br />
brindaban a ella ocasión de divertirse inocentemente tanto, por lo menos,<br />
como los demás. Henry Crawford trabajaba bien, y para ella era un<br />
placer deslizarse a la sala del teatro y presenciar el ensayo del primer<br />
acto, no obstante el efecto que le producían ciertos parlamentos de<br />
María. Esta, según le parecía a Fanny, trabajaba asimismo muy bien...<br />
demasiado bien; y a partir de los primeros ensayos los comediantes se<br />
acostumbraron a tener a Fanny por todo público; y a veces como<br />
apuntador, otras como simple espectadora, solía serles muy útil. Por lo<br />
que ella podía juzgar, Henry Crawford era con mucho el mejor actor de<br />
todos: tenía más seguridad que Edmund, más capacidad que Tom, más<br />
talento y más gusto que Mr. Yates. A ella no le gustaba como hombre,<br />
pero tenía que reconocer que era el mejor actor; y sobre este punto pocas<br />
opiniones había que difiriesen de la suya. Mr. Yates, por supuesto,<br />
protestaba de su insipidez y monotonía; y llegó al fin el día en que Mr.<br />
Rushworth se dirigió a ella con semblante sombrío, para decir:<br />
––¿Cree usted que hay algo de maravilloso en todo eso? Por mi vida y<br />
mi alma que, lo que es yo, no puedo admirarle; y, entre nosotros, esto de<br />
ver a un individuo pequeño, corto de talla, de aspecto vulgar; erigido en<br />
primer actor, resulta muy ridículo, opino yo.<br />
A partir de aquel momento hubo un resurgimiento de sus antiguos<br />
celos, que María, al hacerle concebir la actitud de Crawford mayores<br />
esperanzas, poco trabajo se tomaba en disipar; y las probabilidades de<br />
que Mr. Rushworth llegara a saberse algún día su papel quedaron<br />
mucho más reducidas. Que consiguiera hacer de sus intervenciones algo<br />
tolerable, nadie lo soñaba siquiera, excepto su madre; ésta,<br />
precisamente, lamentaba que el papel de su hijo no fuera más<br />
importante, y aplazó su desplazamiento a <strong>Mansfield</strong> para cuando los<br />
ensayos estuvieran más adelantados y se pudiera incluir en los mismos<br />
las escenas en que él debía intervenir. Pero los otros limitaban sus<br />
aspiraciones a que tuviera presente el pie 3 y la primera línea en cada uno<br />
3 En el teatro, última palabra que dice un personaje y es la señal para que empiece a hablar otro. (N. del<br />
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