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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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prometedoras. Cuando él y Crawford entraron en el salón, lady Bertram<br />

y Fanny estaban sentadas en silencio, dedicadas con tanta atención a la<br />

labor como si nada más hubiera de importancia en el mundo. Edmund<br />

no pudo menos de notar la profunda calma que reinaba allí.<br />

––No estuvimos tan calladas todo el rato ––replicó su madre––. Fanny<br />

estuvo leyendo para mí, y sólo dejó el libro cuando les oyó llegar.<br />

Y, en efecto, sobre la mesa había un libro que parecía acabado de<br />

cerrar: un tomo de Shakespeare.<br />

––A menudo me lee pasajes de esos libros ––agregó lady Bertram––; y<br />

estaba a la mitad de un magnífico parlamento de ese personaje... ¿cómo<br />

se llama, Fanny?... cuando oímos sus pasos.<br />

Crawford tomó el volumen.<br />

––Concédame el placer de acabarle ese parlamento, señora ––dijo––; lo<br />

encontraré enseguida.<br />

Y abriendo con cuidado el libro, dejando que las hojas siguieran su<br />

propia inclinación, lo encontró... o se equivocó sólo en una o dos<br />

páginas, acertando lo bastante para satisfacer a lady Bertram, la cual<br />

aseguró, en cuanto le oyó nombrar al cardenal Wolsey, que había dado<br />

con el mismísimo parlamento en cuestión. Ni una mirada, ni un<br />

ofrecimiento de ayuda había brindado Fanny; ni pronunció una sílaba en<br />

pro o en contra. Concentraba toda su atención en la labor. Parecía<br />

haberse propuesto no interesarse por nada más. Pero la afición podía<br />

más en ella. No consiguió abstraer su mente ni cinco minutos; se vio<br />

empujada a escuchar. Henry leía magistralmente, y a ella le gustaba en<br />

extremo escuchar a un buen lector. A lectores buenos, sin embargo,<br />

estaba ya acostumbrada a escucharlos: su tío leía bien, sus primos<br />

todos... Edmund, muy bien; pero en el modo de leer de Henry Crawford<br />

había una variedad de matices excelentes, superior a lo que jamás había<br />

tenido ocasión de conocer. El Rey, la Reina, Buckingham, Wolsey, todos<br />

fueron desfilando por turno; pues con el más feliz acierto, con las<br />

mayores facultades para amoldarse y con la mayor intuición, siempre<br />

daba, a voluntad, con la mejor escena o el menor parlamento de cada<br />

personaje; y lo mismo si se trataba de dignidad u orgullo, ternura o<br />

remordimiento, o lo que hubiere que expresar, sabía hacerlo con idéntica<br />

perfección. Había auténtico dramatismo. Su modo de actuar en escena<br />

enseñó primero a Fanny el placer que cabe hallar en una representación,<br />

y su modo de leer hacía que evocase todo lo sentido al verle actuar;<br />

aunque acaso lo saboreaba ahora con mayor delectación, por ser cosa<br />

imprevista, al par que desprovista del mal efecto que en ella solía<br />

producir el espectáculo de Henry Crawford con María Bertram en el escenario.<br />

Edmund observaba el progreso de su atención, y era divertido y grato<br />

para él ver cómo Fanny gradualmente descuidaba la labor que, al<br />

principio, parecía absorberla por entero; cómo le iba resbalando de las<br />

manos mientras permanecía inmóvil, inclinada sobre la misma; y,<br />

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