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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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tonto dejar que me introdujera allí a un sujeto desalmado y opresor, en<br />
vez de un hombre honrado, a quien ya di media palabra. ¿No seria peor<br />
que tonto? ¿Debo ir? ¿Me lo aconseja usted?<br />
––Se lo aconsejo. Usted sabe perfectamente lo que está bien.<br />
––Sí, cuando me da usted su opinión, siempre sé lo que está bien. Su<br />
juicio es mi regla de conducta.<br />
––Oh, no; no diga usted eso. Todos llevamos en nosotros mismos un<br />
guía mejor de lo que pueda serlo otra persona. Adiós; deseo que tenga<br />
mañana un buen viaje.<br />
––¿No hay nada que pueda hacer por usted en Londres? ––Nada. Se lo<br />
agradezco muchísimo.<br />
––¿No tiene ningún encargo para nadie?<br />
––Mis afectuosos saludos para su hermana, se lo ruego; y cuando vea a<br />
mi primo... a mi primo Edmund... desearía que tuviera la amabilidad de<br />
decirle... que supongo no tardaré en recibir noticias suyas.<br />
––Pierda cuidado; y si se muestra perezoso o negligente, yo mismo le<br />
escribiré sus excusas...<br />
No pudo decir más, pues Fanny dio a entender que no estaba dispuesta<br />
a que la retuviera por más tiempo. Estrechó su mano, la miró y se fue. El<br />
fue a entretener el tiempo como pudo durante las tres horas siguientes,<br />
con otras amistades, hasta que el mejor ágape que una fonda importante<br />
pueda ofrecer estuvo dispuesto para deleite de los comensales; ella entró<br />
inmediatamente en busca de su comida, mucho más frugal.<br />
Muy distinto era el carácter sus respectivos menús; y de haber tenido él<br />
conocimiento de las muchas privaciones, además de la del ejercicio, que<br />
ella padecía en casa de sus padres, se hubiera maravillado de que su<br />
aspecto no fuera mucho peor de lo que había advertido. Estaba tan poco<br />
hecha a los budines de Rebecca, a los gigotes de Rebecca, servidos a la<br />
mesa, como así ocurría, con aquel acompañamiento de platos medio<br />
limpios y cuchillos y tenedores ni medio limpios siquiera, que muy a<br />
menudo se veía obligada a diferir su mas grata comida hasta que podía<br />
mandar por la tarde a sus hermanos a comprar galletas y bollos.<br />
Habiéndose criado en <strong>Mansfield</strong>, era ya muy tarde para curtirse en<br />
Portsmouth; y aunque sir Thomas, de haberlo sabido todo, hubiese<br />
podido considerar que su sobrina se hallaba en el camino más<br />
prometedor para rendirse, acosada por las necesidades del cuerpo tanto<br />
como por las del espíritu, a una más justa apreciación de la buena<br />
compañía y buena fortuna de Mr. Crawford, probablemente hubiera<br />
temido llevar más lejos su experimento, a menos de exponer a Fanny a<br />
morir en la cura.<br />
Fanny quedó abatida para todo el resto del día. Aunque estaba relativamente<br />
segura de que no volvería a ver a Mr. Crawford, no podía evitar<br />
aquella postración. Era separarse de alguien que tenía el carácter de<br />
persona amiga; y aunque, bajo un aspecto, se alegraba de su partida, le<br />
parecía ahora como si la hubiese abandonado todo el mundo; era una<br />
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