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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Sir Thomas pensó que, como reflexión general sobre Fanny, nada podía<br />
ser más injusto, a pesar de que él mismo, aquel mismo día, había<br />
expresado los mismos conceptos; y procuró cambiar la conversación. Lo<br />
procuró repetidas veces antes de conseguirlo, porque tía Norris carecía<br />
del discernimiento necesario para notar, ni entonces ni nunca, hasta qué<br />
punto sir Thomas consideraba bien a su sobrina, o lo lejos que estaba de<br />
desear que se ensalzaran los méritos de sus propias hijas a costa de<br />
rebajar los de Fanny. Tía Norris estuvo hablando a Fanny y lamentando<br />
su paseo secreto hasta la mitad de la comida.<br />
Calló, sin embargo, al fin; y la velada se presentó con un cariz más<br />
apacible para Fanny y una mayor cordialidad de lo que ella hubiera<br />
podido esperar después de aquella mañana tan tormentosa; pero, tenía,<br />
ante todo, la certeza de haber procedido rectamente, de que no la habían<br />
cegado sus propias convicciones... De la pureza de sus intenciones podía<br />
responder. Y, en segundo lugar, alimentaba la esperanza de que el<br />
disgusto de su tío iba cediendo, y cedería más aún cuando examinara el<br />
caso con más ecuanimidad y reconociera, como un hombre bueno debe<br />
reconocer, lo calamitoso e imperdonable, lo irremediable y vil que sería<br />
casarse sin amor.<br />
Cuando la entrevista que la amenazaba para la mañana siguiente<br />
hubiese terminado no podría menos de hacerse la ilusión de que el<br />
asunto había concluido por fin; y de que, una vez lejos Mr. Crawford de<br />
<strong>Mansfield</strong>, todo quedaría pronto como si no se hubiera dado el caso. No<br />
quería, no podía creer que lo que Mr. Crawford sintiera por ella le<br />
atormentase mucho tiempo; su espíritu no era de esa clase. Londres le<br />
curaría pronto. En Londres aprendería pronto a maravillarse de sus<br />
apasionamiento, y le agradecería a ella su sano juicio, que le salvaba de<br />
las malas consecuencias.<br />
Mientras Fanny estaba concibiendo estas esperanzas, a su tío, poco<br />
después del té, le reclamaron fuera de la habitación; caso éste demasiado<br />
corriente para que ella pudiera sorprenderse, y ni siquiera se acordó más<br />
de ello hasta que, a los diez minutos, reapareció el mayordomo y se<br />
dirigió directamente hacia ella para decirle:<br />
––Sir Thomas desea hablar con usted, señorita, en su despacho.<br />
Entonces se le ocurrió de qué podía tratarse; por su mente cruzó una<br />
sospecha que se llevó el color de sus mejillas. Pero se puso en pie<br />
inmediatamente, dispuesta a obedecer, cuando tía Norris la llamó:<br />
––¡Aguarda, aguarda, Fanny! ¿Qué te ocurre? ¿Adónde vas? No te<br />
precipites así. Puedes estar segura que no es a ti a quien llaman; es a mí,<br />
no lo dudes ––mirando al mayordomo––; lo que pasa es que tienes mucho<br />
afán de colocarte delante de todo el mundo. ¿Para qué iba a necesitarte<br />
sir Thomas? Es a mí, Baddeley, a quien se refiere usted; voy al momento.<br />
El recado era para mí, Baddeley, estoy segura; sir Thomas me llama a<br />
mí, no a miss Price.<br />
Pero Baddeley se mantuvo firme.<br />
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